Sin embargo, detrás de ese brillo y éxito, se esconde una historia marcada por la enfermedad, el abandono y la lucha constante por mantener la dignidad en medio de la adversidad.
Nacido el 24 de febrero de 1943 en Maracaibo, Gilberto Correa inició su carrera en la radio, pero fue en la televisión donde alcanzó la fama y el cariño del público.
Su trabajo en Venevisión lo catapultó a la celebridad, especialmente por su rol como presentador del Miss Venezuela durante más de veinte años, un programa que marcó una época dorada en la televisión venezolana.
Su estilo sobrio, cálido y lleno de clase lo convirtió en el anfitrión favorito de los hogares venezolanos.
Además de conducir el Miss Venezuela, Gilberto fue la cara visible de programas como “Sábado Sensacional” y eventos internacionales como el Festival de la Orquídea.
Su capacidad para improvisar y su dominio del escenario lo hicieron único.
La voz de Gilberto anunciando un programa era sinónimo de calidad y profesionalismo, y su característico saludo “Buenas noches, Venezuela” quedaba grabado en la memoria colectiva.
Con el paso de los años, la televisión venezolana cambió y perdió el brillo de antaño.
Gilberto Correa también comenzó a alejarse de los reflectores.
Su voz, una vez poderosa y firme, empezó a debilitarse, y sus movimientos se volvieron más lentos.
Su nombre dejó de sonar con frecuencia en los medios, siendo recordado principalmente por los nostálgicos.
En diciembre de 2017, Gilberto Correa reveló públicamente que padecía la enfermedad de Parkinson, un diagnóstico que le había sido dado aproximadamente un año antes.
Con una serenidad que conmovió al país, confesó que enfrentaba la dolencia con entereza y que haría todo lo posible para ayudar a quienes también estuvieran diagnosticados con esta enfermedad neurodegenerativa.
El Parkinson afectó no solo su movilidad sino también su expresión oral.
La voz que fue su sello distintivo comenzó a apagarse, y en algunos momentos le resultaba difícil sostener una conversación sin fatiga.
La enfermedad progresó rápidamente, complicando cada vez más su vida diaria.
Para agravar su situación, en 2020 Gilberto contrajo COVID-19, lo que debilitó aún más su sistema inmunológico y dejó secuelas respiratorias que complicaron su tratamiento para el Parkinson.
Su movilidad se redujo y su resistencia física se desplomó, sumiendo al animador en un aislamiento que aumentó su sensación de abandono.
Durante un periodo crítico, estuvo hospitalizado por una infección bacteriana llamada erisipela, que afectó sus piernas.
Solo pudo salir de la clínica cuando logró obtener la medicación adecuada para su enfermedad, una tarea difícil en un país donde acceder a medicamentos especializados es una verdadera odisea.
En 2022, la historia de Gilberto Correa dio un giro aún más oscuro.
Fue denunciada la enfermera encargada de cuidarlo por presuntamente suministrarle medicamentos adulterados en dosis mucho mayores a las prescritas.
Una neuróloga de confianza detectó un cuadro de intoxicación y alertó a la familia.
Las investigaciones revelaron que se le administraban hasta 400 mg de quetiapina cuando la dosis médica recomendada era de apenas 25 mg.
Esta sobredosis pudo inducir un estado de inconsciencia prolongado, acelerando su deterioro físico.
Gilberto perdió el equilibrio, se caía con frecuencia y pasaba días enteros dormido o sin lucidez.
El caso fue llevado ante el Ministerio Público, y el fiscal Tarek William Saab confirmó en mayo de 2022 que se investigaban los presuntos delitos de maltrato, privación ilegal de libertad y aumento indebido de dosis médica.
La denuncia generó una ola de indignación pública y puso de nuevo el foco en la vulnerabilidad de una figura tan querida.
Gilberto Correa testificó durante la audiencia inicial, relatando cómo su cuidadora le habría roto unos lentes en el rostro y cómo su capacidad para hablar, moverse y mantenerse alerta se deterioró sin explicación.
“Es como si me hubieran querido borrar”, dijo con voz entrecortada, causando conmoción en el país.
A pesar de todo, Gilberto no se dejó consumir por la rabia.
Publicó su autobiografía titulada *El príncipe de la animación*, una obra de más de 600 páginas donde narra los momentos más emblemáticos de su carrera, así como los episodios más oscuros de su vida personal, incluyendo su enfermedad, su caída profesional y su lucha por sobrevivir en medio de la crisis venezolana.
Actualmente prepara un segundo volumen con más detalles.
Aunque su participación pública se ha reducido, cada aparición de Gilberto genera una ola de cariño y respeto.
Muchos venezolanos se preguntan cómo pudo quedar tan expuesto y vulnerable, y su historia deja una lección clara: ni la fama, ni el éxito, ni los años de aplausos protegen contra el olvido, el abuso o la fragilidad de la vejez.
Hoy, Gilberto Correa ya no es el hombre fuerte que presentaba a las misses o a las estrellas de la música.
Ya no conduce grandes shows ni eventos multitudinarios, pero sigue siendo una figura de admiración y respeto.
Su historia reciente es un retrato amargo de cómo la fama no inmuniza contra el abandono ni el maltrato, pero también es una historia de resistencia.
A pesar de su enfermedad, el silencio mediático, el COVID-19 y la traición dentro de su propio hogar, Gilberto no se ha rendido.
Él sigue siendo el rostro inolvidable de una Venezuela que aprendió a soñar frente al televisor.
Y aunque los aplausos hayan menguado, su legado permanece vivo en la memoria y el corazón de quienes no lo olvidan.
La historia de Gilberto Correa es un llamado a la conciencia sobre el respeto y la protección que merecen las personas, especialmente cuando atraviesan etapas de vulnerabilidad.
Su vida y carrera son un testimonio de dedicación, talento y humanidad, y su lucha actual nos recuerda que detrás de una figura pública siempre hay un ser humano que merece cuidado y dignidad.
Gilberto Correa, el príncipe de la animación venezolana, sigue iluminando con su ejemplo y su legado a quienes valoran la historia de la televisión y la cultura de Venezuela.
Su valentía para enfrentar la adversidad y su resistencia frente a la adversidad son un ejemplo para todos.