Ramiro Delgado, acordeonista y tecladista fundamental de Bronco, ha permanecido en silencio durante años, pero ahora, a sus 65 años, ha decidido romperlo.
Su voz, cargada de sinceridad y dolor, revela las grietas que se abrieron en la amistad y la colaboración con Guadalupe “Lupe” Esparza, el emblemático vocalista de la banda.
Lo que comenzó como una unión musical nacida en los humildes orígenes de Nuevo León, terminó en una batalla legal y emocional que ha conmocionado a México.
Bronco, una de las agrupaciones más icónicas del género regional mexicano, nació en los años 70 en Apodaca, Nuevo León.
Lupe Esparza, con su voz inconfundible, y Ramiro Delgado, con su acordeón y teclado, fueron piezas clave para que la banda alcanzara fama nacional e internacional.
Su música, que mezclaba norteño, cumbia y baladas románticas, conquistó a millones y dejó un legado imborrable.
Sin embargo, detrás del éxito, la historia no fue sencilla.
Ramiro relata que la hermandad que alguna vez los unió se fue desmoronando con el paso del tiempo.
La última vez que compartieron escenario fue el primero de marzo, pero ese día marcó el fin de una era.
Delgado confesó sentirse maltratado, no solo por Lupe sino también por sus hijos, quienes fueron incorporados a la banda, generando tensiones y exclusiones que lo hirieron profundamente.
El detonante fue la pérdida de los derechos legales del nombre Bronco.
Tras años de éxito, la banda enfrentó disputas legales que les hicieron perder el control sobre su propio nombre, registrado bajo una empresa manejada por su representante.
Esto obligó a la agrupación a tomar decisiones difíciles y a replantear su futuro.
Ramiro formó entonces nuevos proyectos, pero ninguno alcanzó el brillo de Bronco.
Fue hasta 2017 cuando, tras una ardua batalla, lograron recuperar el nombre y regresar a los escenarios.
Parecía que la paz había vuelto, pero la calma fue efímera.
En 2019 estalló el conflicto público entre Ramiro y Lupe.
Ramiro acusó a Lupe de traición, abuso de poder y mala administración financiera.
Denunció que, a pesar de ser miembro fundador, era tratado como un simple invitado, sin reconocimiento ni un pago justo por su trabajo.
La relación se rompió definitivamente, con demandas legales y un silencio que pesó más que cualquier palabra.
Ramiro reveló que durante sus últimos años en Bronco sufrió desgaste emocional y problemas de salud, agravados por la sensación de abandono y manipulación.
Intentó dialogar y auditar las finanzas del grupo, pero encontró muros infranqueables.
Lupe, por su parte, admitió diferencias, pero defendió su postura de mantener vivo el legado y continuar con la banda, incluso si eso implicaba dejar atrás a quienes alguna vez fueron hermanos.
El conflicto no solo afectó a los miembros originales, sino también a la siguiente generación.
El hijo de Ramiro, quien también formaba parte de Bronco, decidió alejarse y crear su propio camino musical, reflejando la fractura familiar y profesional que el drama había causado.
Mientras Ramiro buscaba justicia y transparencia, Lupe se mantuvo firme, descartando reconciliaciones y minimizando la participación de Ramiro en la historia oficial de la banda.
Sus declaraciones, a veces frías y hasta burlonas, evidenciaron la profundidad del distanciamiento.
A pesar de todo, la música de Bronco sigue viva en el corazón de sus fans.
Canciones como “Adoro” y “Que No Quede Huella” continúan resonando, testimonio del talento y la pasión que una vez unieron a estos músicos.
Pero el legado, como las amistades, es frágil y puede desvanecerse cuando la confianza se quiebra.
Hoy, Ramiro Delgado no solo habla de una banda o una carrera, sino de una historia humana de sueños, traiciones y búsqueda de justicia.
Su rompimiento con Lupe Esparza es un reflejo de cómo el éxito y la fama pueden poner a prueba incluso los lazos más fuertes.
Mientras el público mexicano sigue escuchando los ecos de Bronco, también se pregunta qué lecciones deja esta historia de amistad rota y lucha por el reconocimiento.
¿Fue Ramiro demasiado exigente al pedir claridad?
¿O Lupe demasiado rápido al cerrar una puerta que quizá merecía permanecer abierta?
Lo cierto es que, a sus 65 años, Ramiro Delgado ha decidido contar su verdad, dejando al mundo conmocionado y ofreciendo una mirada íntima a la realidad detrás del brillo y la música.
Su historia nos recuerda que detrás de cada leyenda hay personas con sueños, heridas y la necesidad de ser escuchadas.
Bronco sigue siendo un símbolo cultural, pero también una historia de desafíos humanos que no siempre aparecen en el escenario.
Ramiro Delgado, con valentía, ha puesto en palabras lo que muchos pensaban pero pocos se atrevían a decir.
Esta confesión no solo impacta a los fans, sino que invita a reflexionar sobre el precio del éxito, la importancia de la transparencia y la fragilidad de las relaciones que construyen los grandes sueños.
En definitiva, la voz de Ramiro Delgado resuena más allá de la música, revelando que incluso las leyendas pueden enfrentar tormentas internas que cambian para siempre su historia.