Sin embargo, detrás de su sonrisa radiante y su energía inagotable, Celia guardaba sentimientos encontrados hacia algunos colegas del mundo artístico.
En los últimos años de su vida, decidió romper el silencio y revelar los nombres de cinco cantantes con los que jamás pudo convivir.
Esta confesión nos muestra un lado más humano y complejo de una leyenda.
La primera en la lista fue La Lupe, conocida como la reina del Latin Soul.
Ambas coincidieron en la década de 1960 en el vibrante ambiente musical del Bronx y Manhattan, cuando la salsa aún no era un género comercial consolidado.
La Lupe era una fuerza volcánica, con un estilo impredecible y actuaciones llenas de pasión y escándalo.
Por su parte, Celia comenzaba a abrirse camino, y ambas compartieron escenario y discográfica.
Sin embargo, la competencia dentro de Fania Records, la discográfica que impulsó a Celia al estrellato, fue feroz.
Cuando la Lupe salió del sello y Celia se convirtió en la estrella principal, las tensiones se intensificaron.Se rumoreaba que Celia presionó para quedarse con el trono, aunque ella siempre negó estas acusaciones.
La relación se tensó aún más cuando en un evento benéfico en Nueva York, la Lupe se negó a cantar si Celia subía al escenario.
Celia respondió con una frase que quedó grabada: “El público elige su reina, no una canción”.
En privado, Celia nunca perdonó ciertos desplantes, como cuando La Lupe la llamó “la señora que vino a ocupar un lugar que no le pertenecía”.
Para Celia, ese tipo de ataques eran una afrenta directa a su dignidad y años de trabajo.
Olga Guillot, con su voz grave y aterciopelada, fue otra gran figura con la que Celia tuvo una relación complicada.
Ambas cubanas exiliadas, parecían destinadas a ser aliadas, pero la camaradería inicial dio paso a una frialdad marcada por gestos y decisiones que Celia interpretó como desdenes.
Un momento clave fue en 1970, durante una gala televisiva en Miami, donde Olga pidió cambiar el orden del programa para cantar boleros antes que Celia, relegando la salsa a un papel secundario.
Más tarde, en un festival en San Juan, la imagen promocional mostraba a Olga en el centro y a Celia recortada a un lado, lo que Celia tomó como una falta de respeto.
La gota que colmó el vaso fue una entrevista en la que Olga afirmó que “la salsa es para mover los pies, el bolero para tocar el corazón”, una declaración que Celia entendió como un desprecio hacia su género y hacia ella misma.
Aunque nunca hubo insultos públicos, la relación entre ambas fue una guerra silenciosa de prioridades y egos.
Héctor Lavoe fue un artista admirado por Celia por su talento y capacidad para encender cualquier escenario.
Sin embargo, su falta de compromiso y profesionalismo generó choques inevitables.
En 1978, durante una gira en Caracas, Héctor no se presentó a un concierto esperado, dejando a Celia sola para extender su actuación y calmar al público decepcionado.
Otro incidente ocurrió en 1983, cuando Héctor improvisó un cambio de canción en un dueto sorpresa, causando descoordinación y caos en el escenario.
Además, en una entrevista de 1986, Héctor bromeó diciendo que “las reinas de la salsa no sudan porque no se mueven tanto como nosotros”, comentario que dolió profundamente a Celia.
Para ella, el talento sin disciplina era un fuego que se apagaba rápido, y aunque reconocía la genialidad de Héctor, su falta de respeto al público y a la profesión marcó una distancia insalvable.
Willy Colón, trombonista y productor, compartió con Celia una relación profesional llena de respeto pero también de tensiones.
Su carácter perfeccionista chocó en varias ocasiones con la firmeza y disciplina de Celia.
En 1981, durante la producción de un disco, Willy modificó un arreglo sin consultar a Celia, lo que provocó una discusión intensa.
En 1984, durante una gira, Willy exigió cambios en el orden del show que relegaban a Celia a un segmento menor, lo que ella aceptó por respeto al público, pero anotó como una falta de consideración.
En 1990, Willy insinuó en una entrevista que algunos artistas de salsa se habían vuelto complacientes, aludiendo indirectamente a Celia.
Aunque siempre hubo admiración mutua, estas heridas y diferencias quedaron como marcas profundas en la relación entre ambos.
Johnny Pacheco, fundador de Fania Records, fue clave en el ascenso de Celia al estrellato.
Su alianza produjo giras internacionales y álbumes exitosos, pero también estuvo marcada por diferencias creativas y conflictos personales.
Durante la producción del álbum *Celia and Johnny* en 1975, surgieron tensiones sobre la inclusión y el arreglo de ciertas canciones.
Pacheco presionaba por éxitos radiales, mientras Celia defendía su identidad artística afrocubana.
Rumores sobre favoritismos y decisiones unilaterales dentro de Fania afectaron la relación.
En los años 90, un comentario de Pacheco sobre que la salsa era un género de hombres hirió a Celia, quien interpretó la frase como un recordatorio de las barreras que había enfrentado.
A pesar de todo, Celia reconocía la importancia de Pacheco en su carrera, aunque mantenía un recelo por su ego.
A lo largo de su vida, Celia Cruz entendió que el éxito no se mide solo en discos vendidos o premios, sino en la integridad y el respeto que se mantiene en el camino.
Los cinco cantantes con los que tuvo conflictos representan distintos rostros de la lucha entre el ego y la lealtad, entre la ambición y el honor.
Para Celia, la música era un puente que unía culturas y generaciones, pero también un espacio donde la autenticidad y el respeto eran esenciales.
Aunque sus diferencias con La Lupe, Olga Guillot, Héctor Lavoe, Willy Colón y Johnny Pacheco no la definieron como artista, sí revelaron la fortaleza de una mujer que no toleraba la falta de respeto ni el juego sucio.
Su legado, más allá de la música, es el testimonio de una mujer que hasta el último compás se negó a bailar al son de lo que no creía, dejando una enseñanza de dignidad y pasión para todos los que la admiraron.