El mito de la dulzura y la voz eterna quedó sacudido por una confesión que nadie esperaba.
Rocío Dúrcal, la reina indiscutible de las rancheras, dejó entrever antes de su muerte un costado oculto de su vida artística: los nombres de los siete artistas que más odiaba. Y lo dijo sin adornos, con palabras que —según quienes la escucharon— fueron todo menos bonitas.
Durante décadas, Dúrcal fue símbolo de respeto y ternura en los escenarios, pero en privado no ocultaba los resentimientos acumulados por años de rivalidades,
engaños y desplantes. Entre ensayos fallidos, traiciones contractuales y disputas por protagonismo, la cantante acumuló heridas que nunca sanaron y que ahora salen a la luz en forma de una lista negra inesperada.
El impacto en redes no se hizo esperar: fans conmocionados, especulaciones encendidas y preguntas sin respuesta. ¿Se trató de rencores verdaderos o de tensiones inevitables en una industria marcada por egos y competencia feroz? Lo cierto es que el último testimonio de Rocío Dúrcal reescribe, con tintes amargos, la historia de una de las voces más queridas de habla hispana.