En este artículo, exploraremos la humillación que sufrió José José ante Arturo “El Negro” Durazo, un personaje temido en el México de los años 80, y cómo este evento dejó una huella imborrable en su vida.
A principios de los años 80, México atravesaba una crisis económica profunda, caracterizada por devaluaciones y escándalos políticos.
Mientras la población sufría las consecuencias de la crisis, algunos políticos y empresarios acumulaban fortunas desmesuradas.
En este contexto de desigualdad, Arturo El Negro Durazo se erguía como jefe de la policía del entonces Distrito Federal.
Su figura era sinónimo de poder y temor; un hombre rodeado de lujos, protegido por la corrupción y la brutalidad.
Durazo no solo era un funcionario, sino un virrey sin corona que controlaba el miedo en las calles.
En medio de este escenario, José José brillaba como uno de los artistas más queridos de Latinoamérica.
Sin embargo, su vida personal estaba marcada por la turbulenta relación con su exesposa, Kiki Herrera Calles.
Kiki, una mujer fuerte y ambiciosa, se movía con soltura entre las élites políticas y empresariales.
Fue en este ambiente que surgió una propuesta que cambiaría el rumbo de la historia: Kiki ofreció a Durazo unos terrenos en las afueras de la ciudad, supuestamente con permisos asegurados para desarrollos inmobiliarios.
La oferta era atractiva y, para Durazo, parecía una oportunidad de inversión segura.
Sin embargo, la realidad era muy distinta; los permisos eran falsos y los terrenos no existían como se habían descrito. Cuando Durazo descubrió el engaño, su reacción fue explosiva.
La amenaza que lanzó fue escalofriante: si Kiki no le devolvía lo que consideraba suyo, ella y su exmarido pagarían con sus vidas.
Ante la gravedad de la situación, José José, con el coraje que da la desesperación, decidió hablar públicamente.
En una conferencia de prensa, declaró que temía por su vida y que las amenazas provenían directamente de Durazo.
Aunque sus palabras fueron valientes, resultaron ser un error fatal. Durazo, al enterarse, estalló en cólera.
Para él, las declaraciones de José José eran una humillación pública que no podía tolerar.
La noticia de la amenaza se esparció rápidamente, y en los pasillos del poder se rumoreaba sobre lo que sucedería a continuación.
En lugar de recibir protección, José José se vio obligado a enfrentar las consecuencias de su valentía.
Lo que ocurrió después es una escena que parece sacada de una pesadilla.
Se dice que el presidente de México en ese momento, José López Portillo, fue informado de la situación.
En lugar de proteger al artista más querido del país, lo obligó a pedir perdón a Durazo.
La escena fue descrita por testigos como escalofriante: José José, vestido de traje oscuro y con el rostro desencajado por el miedo, fue conducido a la residencia de Durazo.
Allí, en un salón rodeado de guardaespaldas armados, Durazo lo esperaba con un gesto altivo.
El presidente observaba en silencio, creando una atmósfera de tensión insoportable. “Arrodíllate y pide perdón”, ordenó la voz implacable del mandatario.
En un acto de desesperación, José José se arrodilló ante Durazo, suplicando que olvidara sus palabras y rogando por su vida y la de Kiki.
Las lágrimas corrían por su rostro mientras su dignidad se desmoronaba.
Durazo, disfrutando de la humillación, le levantó del brazo y le dio una palmada en la espalda, pronunciando una frase que quedaría grabada en la memoria del cantante: “Vete, príncipe, pero nunca olvides quién manda en este país”.
Esta experiencia marcó a José José de una manera que él mismo jamás podría haber imaginado.
Después de este episodio, el silencio se apoderó del caso. Nadie habló del tema, y la prensa, temerosa de las represalias, evitó mencionar lo sucedido.
Sin embargo, el precio ya estaba marcado. Apenas un año después, en 1983, Kiki Herrera Calles apareció muerta en circunstancias misteriosas.
Muchos creen que su muerte fue una consecuencia inevitable de haber traicionado a Durazo, el hombre más temido de México.
Por su parte, José José nunca volvió a hablar públicamente sobre el asunto.
Sin embargo, quienes lo conocieron aseguran que vivió durante años con el peso de esa humillación.
No fueron solo el alcohol ni los excesos lo que lo doblegaron; fue el recuerdo de haber tenido que arrodillarse ante Durazo, un símbolo del miedo y la corrupción en el país.
La historia de José José y su humillación ante El Negro Durazo es un recordatorio de las complejidades que enfrentan los artistas en su vida personal y profesional.
Detrás del brillo de la fama, a menudo se esconden sombras que pueden marcar para siempre a quienes las viven.
Esta anécdota, que durante décadas fue silenciada, nos invita a reflexionar sobre el poder, la corrupción y las injusticias que a menudo quedan fuera del ojo público.
A medida que continuamos recordando y explorando estas historias olvidadas, es fundamental no solo rendir homenaje a los grandes de la farándula mexicana, sino también comprender las realidades que enfrentaron.
La memoria de José José, el Príncipe de la Canción, es un legado que trasciende su música y nos recuerda que, incluso en medio de la fama, la vulnerabilidad humana es una constante que todos compartimos.