MISTERIOSA DESAPARICIÓN de Kimberly: NO hay RASTRO de ella

En las calles agitadas de Naucalpan, donde los estudiantes aún caminan con sus mochilas rumbo al colegio, una joven de 16 años llamada Kimberly desapareció sin dejar rastro alguno.

Aquella tarde del 2 de octubre, aparentemente normal, se convirtió en un misterio nacional. Las cámaras de seguridad la captaron por última vez saliendo de un café internet, con unos papeles en la mano. Desde ese momento, su pista se esfumó por completo.

Su ausencia sacudió a toda la comunidad. Nadie entendía qué había ocurrido: ¿fue secuestrada? ¿se escapó? ¿o acaso alguien borró cuidadosamente cada huella para ocultar algo más oscuro?

Kimberly era estudiante de primer semestre en el CCH Naucalpan, descrita por sus compañeros como “alegre, amable y llena de sueños”.

Aquel 2 de octubre salió de casa para imprimir un trabajo escolar en el barrio San Rafael Champa. A las 16:00 horas, las cámaras registraron su salida del local.

Nunca volvió. Su madre la esperó para cenar, pero la silla frente a la mesa quedó vacía, noche tras noche.

Al día siguiente, la escuela lanzó un llamado urgente para difundir su foto y obtener información. La imagen de Kimberly, sonriendo en su uniforme, inundó las redes sociales. Sin embargo, lo único que se multiplicó fue la angustia.

Horas más tarde, la Fiscalía del Estado de México (FGJEM) activó la Alerta Amber.

Los investigadores revisaron cámaras, hablaron con testigos, reconstruyeron rutas… pero lo que hallaron fue aún más inquietante: tres vehículos sospechosos circulando por los puntos donde Kimberly fue vista. Un Volkswagen Sedán gris, un Spark blanco, y otro auto sin identificación.

El Spark blanco llamó poderosamente la atención: coincidía con el coche del exesposo de la madre de Kimberly. Ese detalle desató una ola de especulaciones y teorías.

La prensa local habló de “líneas familiares sensibles”, mientras que los vecinos aseguraban haber visto el vehículo merodeando días antes de la desaparición.

Poco después, un sospechoso fue detenido y la fiscalía llevó a cabo un cateo en una vivienda señalada como posible refugio.

Pero dentro no encontraron nada: una casa vacía, sin rastros, sin objetos personales, sin ADN. El silencio volvió a apoderarse de la investigación.

El 6 de octubre, las autoridades publicaron imágenes captadas por cámaras del C4: una adolescente con características físicas similares a Kimberly caminaba por la calle con dos bolsas de supermercado y una mochila, vistiendo la misma ropa que la joven llevaba el día de su desaparición.

Por unas horas, México creyó tener una pista. Pero la esperanza se derrumbó rápidamente. En una transmisión en vivo, la madre de Kimberly denunció con firmeza: “¡Es un fraude! Esa no es mi hija. Están intentando distraer la atención. La sudadera no es la misma.”

Su voz temblorosa, mezcla de rabia y dolor, se volvió viral. Muchos comenzaron a sospechar que la investigación estaba siendo manipulada, o que alguien poderoso quería cerrar el caso sin resolverlo.

Mientras las autoridades guardaban silencio, la familia no dejó de exigir respuestas.

La madre describió a Kimberly como “una joven bondadosa, solidaria, sin motivos para irse de casa”. Entre lágrimas dijo: “Cada minuto sin ella es una eternidad. Solo quiero abrazarla de nuevo.”

El dolor pronto se transformó en acción. Familiares, amigos y colectivos feministas bloquearon avenidas principales, como Luis Donaldo Colosio y Periférico Norte, exigiendo resultados. En las pancartas se leía: “Vivas se las llevaron, vivas las queremos.”

En el CCH Naucalpan, los estudiantes encendieron velas, escribieron su nombre en los muros y repitieron una sola pregunta: “¿Dónde estás, Kimberly?”
Las llamas titilaban sobre los rostros jóvenes, reflejando un temor colectivo: mañana podría ser cualquiera de ellas.

El caso de Kimberly no es solo una tragedia familiar. Es el espejo de un país donde cada día desaparecen en promedio diez mujeres, según datos de la organización “México Evalúa”. La mayoría nunca regresa.

Han pasado ya más de dos semanas desde aquella tarde de octubre. La investigación sigue sin respuestas. Nadie sabe si Kimberly está viva, pero su nombre resuena en cada esquina de Naucalpan, en cada publicación, en cada oración.

Quizá la verdad yace oculta entre expedientes, vehículos sin placas y silencios incómodos.
Quizá alguien sabe más de lo que dice.

Y hasta que esa verdad salga a la luz, la gente seguirá preguntando:
¿Fue Kimberly borrada del mundo, o el mundo decidió olvidarla?

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