Durante casi una década, el nombre Nemesio Oseguera Cervantes, mejor conocido como “El Mencho”, ha sido proyectado como el símbolo máximo de poder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
La narrativa oficial lo retrata como el líder absoluto de la organización criminal más expansiva y violenta de México, un estratega implacable que ha logrado desafiar al Estado y transformar el mapa del narcotráfico.
Sin embargo, un nuevo testimonio confidencial parece poner en duda esa versión sólida y repetida hasta la saciedad: ¿es realmente El Mencho quien controla cada decisión del CJNG o ha sido utilizado como una figura visible para ocultar a un jefe más poderoso que jamás ha salido a la luz pública?
La información proviene de un exsicario que perteneció a una de las células mejor entrenadas del CJNG.

En una entrevista secreta, reveló que sus órdenes nunca llegaron directamente de El Mencho, sino de una figura cuya autoridad dentro de la organización se imponía sin margen de cuestionamiento: un personaje al que todos llamaban “El Patrón”.
Según su declaración, este hombre ejerce un dominio absoluto sobre las finanzas, la expansión territorial y las alianzas internacionales, mientras se mantiene totalmente invisible ante los ojos de la justicia y los medios.
El testigo sostiene que El Mencho cumple una función esencial para la supervivencia del esquema criminal: actuar como “el escudo”, absorber la atención mediática, el peso de las acusaciones y el impacto de las operaciones militares.

Mientras tanto, el verdadero arquitecto de la estructura del CJNG opera en la sombra, sin registros fotográficos, sin apariciones públicas y sin su nombre en las listas de los más buscados.
El exsicario relata que solo un grupo extremadamente reducido tiene acceso al verdadero jefe. Ninguna comunicación se realiza por teléfonos u otros medios intervenibles.
Las órdenes viajan mediante mensajeros cuidadosamente seleccionados, lo que refleja una capacidad de control militar, una comprensión profunda del contexto político y una estrategia empresarial con alcance transnacional.
Asegura haber presenciado diversas operaciones de alto impacto que fueron ejecutadas en cuestión de días tras recibir instrucciones directas de esta figura misteriosa, incluso cuando dichas órdenes contradijeron previamente las atribuidas a El Mencho. Cuando “El Patrón” habla, todo el cártel obedece.

Un hecho llamativo es que algunas de las operaciones de expansión más precisas del CJNG coincidieron con periodos en los que El Mencho supuestamente se encontraba escondido o gravemente enfermo.
Especialistas en seguridad ya habían mostrado dudas sobre quién estaba tomando decisiones cruciales en esas etapas. El testimonio recién revelado parece proporcionar una posible respuesta que cambia drásticamente la interpretación tradicional.
Documentos filtrados desde fuentes de inteligencia también aportan una pieza relevante a este rompecabezas.
En varias comunicaciones interceptadas se menciona el alias “Don E”, vinculado con la aprobación final de acciones estratégicas y con negociaciones a un alto nivel que ningún capo públicamente expuesto podría sostener.

Aunque su identidad no ha podido ser verificada, su perfil operativo coincide de manera exacta con la descripción dada por el exsicario sobre “El Patrón”.
De ser cierto este escenario, el CJNG habría construido una estructura de poder de doble capa. En la superficie, un capo visible para fijar el blanco de las autoridades.
En el núcleo, una dirección invisible con la capacidad de involucrarse en el mundo político y empresarial, asegurando protección, acceso a contratos y circulación del capital criminal mediante un entramado de empresas fachada en sectores como transporte marítimo, construcción y agroindustria.
Esto explicaría la sorprendente capacidad de expansión del cártel en territorios previamente dominados por grupos rivales, y su habilidad para reestructurarse rápidamente frente a cualquier intervención del Estado.

Las consecuencias para la seguridad nacional serían profundas. Concentrar los esfuerzos de captura únicamente en El Mencho podría representar tan solo un golpe parcial, al dejar intacta la fuente real de poder.
Más preocupante aún, la existencia de un líder capaz de mantener su anonimato durante años indicaría un nivel de colusión dentro de instituciones legítimas, un fenómeno que disuelve la frontera entre lo legal y lo criminal.
Este testimonio no solo cuestiona lo que se ha dado por hecho, sino que expone las sombras detrás de la guerra contra el narcotráfico.
Puede que la figura conocida como “el criminal más peligroso del mundo” sea únicamente un elemento dentro de un juego mucho más grande. Un juego en el que quienes mueven los hilos lo hacen desde el silencio, amparados por su invisibilidad.

La pregunta ahora no es únicamente dónde está El Mencho, sino:
¿Quién protege al hombre que podría estar por encima de él?
¿Cuántos conocen su identidad y eligen callar?
¿Hasta qué punto llega su poder en las estructuras del Estado?
La historia del CJNG, y quizá del crimen organizado en México, podría necesitar una revisión completa. Porque nada resulta más difícil de combatir que un jefe que nunca aparece en la foto.