DEBANHI ESCOBAR , AHORA SÍ HAY CÁMARAS Y MUCHA VIGILANCIA EN EL MOTEL NUEVA CASTILLA

El caso de Debanhi Escobar fue presentado por las autoridades como un accidente. Sin embargo, más de dos años después, la sociedad mexicana ya no acepta esa explicación.

Las recientes exploraciones en el Motel Nueva Castilla realizadas por creadores de contenido y exploradores

urbanos están reviviendo dudas profundas sobre la actuación de las autoridades, la posible manipulación de evidencia, el silencio anómalo de los medios tradicionales y un presunto intento de “recontrolar la escena” cuando todo, aparentemente, ya estaba perdido.

Una realidad evidente ha despertado indignación pública: el motel, epicentro de la investigación durante meses, quedó destruido, incendiado y saqueado mientras seguía bajo resguardo de corporaciones oficiales.

Ninguna autoridad reportó daños, ni presentó responsables. Solo hasta que la presión social regresó, impulsada por el documental de HBO y la labor de quienes se negaron a olvidar, el inmueble fue cercado, reforzado, equipado con cámaras y convertido en una fortaleza vigilada.

¿Qué ocurrió en realidad dentro de esas paredes? ¿Quién tuvo el control de la escena? Y sobre todo, ¿a quién se está protegiendo?

Los registros en video de canales como Matreros, Los Vázquez, Evelio Misterios, Mystery World y especialmente Jesus Road muestran un Motel Nueva Castilla muy distinto del que describían los comunicados oficiales.

Habitaciones incendiadas de manera selectiva, el cuarto de cámaras de seguridad reducido a cenizas, un cofre fuerte calcinado y muebles destruidos en áreas que podrían haber contenido pruebas clave.

La disposición de estos daños no corresponde a un incendio accidental. Alguien sabía exactamente qué debía desaparecer.

La habitación 174 recoge la mayor atención. Ubicada en la zona más aislada del complejo y siendo la más devastada por el fuego, expertos en criminología consideran que se trataba del sitio idóneo para ocultar a una persona sin que nadie lo notara. La habitación 166 muestra un jacuzzi convertido en cenizas.

La 167 mantiene aún restos de cinta policial, pero curiosamente fue una de las menos alteradas en su estructura. La selección de daños despierta la hipótesis de una intervención quirúrgica, dirigida a eliminar elementos específicos.

Incluso el sistema de videovigilancia fue objetivo de destrucción. Que la sala donde se almacenaban las grabaciones haya sido quemada levanta una sospecha crucial: tal vez no faltaron cámaras, sino que alguien eliminó lo registrado.

Hoy, cuando el interés público renace, las cámaras abundan en el mismo sitio que un día aseguró no tener suficientes medios para registrar la verdad.

Otra revelación importante proviene de los pasillos ocultos identificados por los exploradores. Estos corredores no figuran en los planos conocidos del motel y serían lo suficientemente amplios para trasladar a una persona sin ser vista por huéspedes ni por cámaras.

Esta posibilidad explicaría cómo Debanhi pudo “desaparecer” durante 13 días, pese a múltiples cateos oficiales.

Jesus Road también documentó un sótano debajo del restaurante, aún inundado, donde se encontraron ropa de mujer y mobiliario roto.

Aunque algunas teorías sugieren que Debanhi pudo haber estado retenida allí, el espacio visible desde la calle, el eco y las dos entradas grandes lo convertirían en un lugar poco viable para ocultar a alguien mientras cientos de personas buscaban desesperadamente a pocos metros.

Entonces surge la pregunta inevitable: si no estaba ahí, ¿dónde estuvo Debanhi durante esos 13 días? ¿Quién controló sus desplazamientos entre cateos sorpresa? Y ¿cómo puede aún sostenerse la narrativa accidental frente a estas contradicciones?

A la falta de respuestas se suma la opacidad en torno a los personajes clave: las empleadas Ivonne y Sarai, antes señaladas como posibles participantes, ahora cuentan con un abogado reconocido por litigar casos de honorarios elevados.

La razón oficial de su participación, basada en el “favor de un conocido”, no convence a nadie. ¿Quién paga su representación legal? ¿Qué se pretende resguardar?

El último conductor que vio con vida a Debanhi, pieza fundamental del rompecabezas, prácticamente ha desaparecido de la dimensión mediática. Tampoco se ha esclarecido la identidad ni el paradero de todos los asistentes a las fiestas de esa noche.

Son más las sombras que las certezas. Más preguntas que explicaciones. Más omisiones que informes. Y la hipótesis de que Debanhi fue víctima de un crimen violento, posiblemente sexual y con participación organizada, ha cobrado más fuerza tras la difusión del documental de HBO, especialmente por el audio en el que ella habla del acoso y agresión hacia mujeres en fiestas.

Mientras tanto, los medios tradicionales se mantienen en una inexplicable quietud informativa. En otros países, documentales como Making a Murderer o el caso de los Menéndez provocaron reactivaciones judiciales inmediatas. En México, la sociedad civil parece ser la única impulsora de la verdad.

La justicia para Debanhi no puede limitarse a un párrafo burocrático ni a la clausura de un expediente. Justicia significa reconstruir lo que se incendió sin explicación.

Significa revisar los cateos fallidos, los silencios sospechosos y cada puerta clausurada con demasiada premura. Significa abrir todos los pasadizos físicos y políticos que siguen ocultando la verdad.

Sobre todo, justicia para Debanhi exige responder dos preguntas que México repite diariamente con firmeza:

¿Dónde estuvo Debanhi Escobar durante 13 días?
¿Quién transformó el Motel Nueva Castilla en un laberinto de evidencia destruida justo cuando debía estar más protegido?

La verdad está pendiente. Y solo emergerá cuando todas las puertas enterradas en el Motel Nueva Castilla se abran de nuevo, sin excepción alguna.

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