Uruapan, Michoacán – La muerte del alcalde Carlos Manso no solo sacudió a toda la ciudad, sino que desató una tormenta política y criminal en la que la luz de la justicia se enfrenta de lleno con la oscuridad del narcotráfico.
Mientras los ciudadanos rezaban por el hombre valiente que se había atrevido a desafiar al crimen organizado, Omar García Harfuch,
secretario federal de Seguridad, lanzó una operación relámpago descrita por los analistas como “rápida como el trueno y precisa como un bisturí”.
El resultado: el autor material del crimen fue capturado, y todas las pistas apuntan al nombre que México teme pronunciar: El Mencho, líder máximo del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).

Alrededor de las 20:10 horas, el ambiente festivo del Festival de las Velas —la tradicional celebración de Uruapan— se vio interrumpido por una ráfaga de disparos.
Las luces titilantes se mezclaron con los gritos de pánico. En medio de la multitud, el alcalde Carlos Manso cayó al suelo. Fue trasladado de urgencia, pero su corazón dejó de latir antes de llegar al hospital.
Minutos después, los videos grabados por los asistentes se difundían por las redes: un atentado público, brutal y calculado, ocurrido justo en el evento que él mismo presidía.
Según las primeras investigaciones, el ataque no fue un acto impulsivo. Los mensajes interceptados revelan que la orden fue “un mensaje ejemplarizante”. En uno de ellos, el autor intelectual escribió: “El patrón quiere que todos lo vean” — “El jefe quiere que todos lo vean”.

Las autoridades confirmaron que el “patrón” era Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, líder del CJNG, considerado uno de los capos más violentos y poderosos de México.
Minutos después del atentado, Harfuch activó el Centro de Mando de Emergencia, coordinando unidades de inteligencia, fuerzas especiales, analistas digitales y financieros. Los datos de geolocalización de los teléfonos confiscados fueron cruzados en tiempo récord.
El análisis reveló dos puntos clave en la frontera entre Michoacán y Jalisco, zona bajo influencia directa de las células logísticas del CJNG.
Al amanecer se desplegó la primera operación.
En una finca aislada entre Los Reyes y Tancítaro, un dron detectó movimiento irregular. Las fuerzas especiales cercaron el lugar, bloqueando todos los accesos.

En menos de una hora, fue capturado Jonathan N, alias “El Rulo”, identificado como el tirador principal, sin realizar un solo disparo.
“El Rulo” confesó de inmediato su participación, afirmando que la orden “bajó desde la sierra”, a través de un canal encriptado. Los mensajes en su teléfono incluían mapas y coordenadas enviadas desde una ubicación atribuida a La Sierra de El Mencho.
Tres horas más tarde, Harfuch autorizó la segunda operación. El objetivo: Luis Ángel N, alias “El Flaco”, coordinador logístico del ataque.
A las 3:40 de la madrugada, desde Sunpimito hasta una finca rural en Taretan, las unidades tácticas —once vehículos, dos helicópteros y drones térmicos— cercaron la zona en cinco minutos. “El Flaco” fue arrestado junto con dos cómplices cuando intentaban huir en una camioneta.

En su maleta, los agentes hallaron más de 400,000 pesos en efectivo, dos teléfonos satelitales y un sobre con coordenadas marcadas en rojo, coincidentes con el sitio exacto del atentado. Dentro había mensajes, fotografías y audios que detallaban cada paso del plan.
Durante los cateos simultáneos, se incautaron armas automáticas, radios cifrados, mapas de Uruapan y una camioneta con las mismas características que la del video del crimen.
La evidencia digital reveló mensajes provenientes de una cuenta bajo el nombre “El Padrino”, encargado de “misiones especiales” para El Mencho. Fue la prueba más clara de que el atentado tuvo financiamiento y mando directo del CJNG.
Jonathan N confesó que la orden era “dar una lección a quien se atreviera a desafiar al Mencho”. “El Flaco” añadió que el pago sería de 500,000 pesos y una camioneta nueva, enviados a través de un intermediario en Guadalajara.

Los investigadores comparan este caso con “una tormenta calculada”. Cada detalle —desde la hora del ataque hasta la ruta de escape— fue planificado como una operación militar.
Pero precisamente esa precisión permitió a los analistas de Harfuch reconstruir el hilo completo: del gatillo al cerebro del crimen.
“Nosotros no solo atrapamos a los que jalan el gatillo,” declaró Harfuch en conferencia, “sino que desmantelamos la maquinaria que da las órdenes, financia y protege.”
Tras los arrestos, se ejecutaron tres redadas simultáneas en Morelia, Zamora y Tingüindín, donde se confiscaron equipos de comunicación, placas falsas y documentos financieros que revelan la ruta del dinero.
Se sospecha que los fondos provinieron de empresas fachada en Guadalajara para financiar el asesinato.

Analistas de seguridad califican el atentado contra Manso como una escalada en la estrategia de “terror visual” del CJNG, un intento de demostrar que nadie que sirva al pueblo puede enfrentarlos. Pero la respuesta de Harfuch envía un mensaje opuesto: el Estado aún puede golpear con rapidez y precisión.
En un gesto simbólico, la Policía Federal organizó una vigilia frente al Palacio Municipal de Uruapan. Cientos de ciudadanos encendieron velas —esta vez no para el festival, sino para honrar la memoria del alcalde.
Una mujer mayor, entre lágrimas, murmuró: “Él murió por hacer lo correcto. Pero si hay quien se atreve a seguir su ejemplo, no volveremos a agachar la cabeza.”
La captura de “El Rulo” y “El Flaco” es solo el comienzo. La fiscalía de Michoacán amplía la investigación para identificar a los autores intelectuales —quienes dieron la orden, enviaron el dinero y protegieron a los ejecutores.

Con las confesiones y las pruebas digitales recopiladas, las autoridades creen que esta vez la justicia no se quedará en declaraciones frente a las cámaras.
El asesinato de Carlos Manso, más que una tragedia política, se ha convertido en símbolo de resistencia y valor cívico. Cayó en medio de las velas, pero fue precisamente en esa oscuridad donde comenzó a encenderse la luz de la verdad.
Y como concluyó Harfuch en su conferencia:
“Pueden disparar contra un hombre, pero no pueden matar la justicia. Ese disparo no tendrá eco —porque esta vez, hemos escuchado todo.”