Apenas se apagaron las luces del escenario y Fátima Bosch recibió la corona de Miss Universe 2025, una tormenta mediática sin precedentes comenzó a estallar.
Millones de espectadores en Tailandia, México y en todo el mundo se hicieron la misma pregunta: ¿el triunfo realmente se decidió por mérito y talento, o fue el resultado de acuerdos ocultos, intereses económicos y redes de poder operando entre bastidores?
La indignación en Bangkok, la incredulidad en México y el choque de declaraciones entre las figuras clave del certamen han convertido’
la competencia más famosa del planeta en el epicentro de una crisis de credibilidad.

Las acusaciones de manipulación tomaron fuerza cuando Omar Harfush, un miembro relevante del jurado, anunció su salida y afirmó haber presenciado una intervención directa en los resultados.
Según su testimonio, el top 5 estaba definido antes de la final, con México obligatoriamente como ganadora y Tailandia como primera finalista.
Dos jueces más habrían abandonado sus puestos un día antes del evento, alimentando la sospecha de tensiones internas graves en el jurado.
El centro del escándalo surgió cuando Harfush relató que el propietario de Miss Universe, el empresario Raúl Rocha Cantú, y un familiar suyo insinuaron al jurado que la victoria de Fátima Bosch representaría “el mayor beneficio para los intereses comerciales”.

Para Harfush, todo parecía un “guion perfecto”: un villano claro (Nahwat, el director tailandés que llamó “tonta” a Fátima), una víctima ideal, y un cierre emocional que funcionaba como una especie de karma divino.
La reacción en Tailandia fue explosiva. Cuando se anunció el triunfo de Fátima, las redes sociales tailandesas estallaron en furia. En un país donde los concursos de belleza son un orgullo nacional, ver a su candidata quedar en segundo lugar se sintió como una afrenta.
Para miles de fanáticos, la coronación de Fátima fue una forma de “compensar” el agravio público que Nahwat le había hecho semanas antes, convirtiendo el resultado final en un acto emocional y no en una competencia justa.
Mientras tanto, Raúl Rocha negó categóricamente las acusaciones. Mostró mensajes de WhatsApp a CNN y aseguró que él mismo expulsó a Harfush del jurado por “incumplir requisitos relacionados con la fundación de Miss Universe”.

Rocha sostuvo que Harfush “enloqueció” al ser removido y que su renuncia pública fue solo una respuesta airada, no un acto de ética.
El escándalo tomó un rumbo más profundo cuando medios mexicanos revelaron conexiones económicas y políticas entre Rocha y la familia Bosch.
Raúl Rocha Cantú, conocido como un poderoso empresario de casinos, es dueño de una compañía que obtuvo un contrato con PEMEX por más de 745 millones de pesos. Al mismo tiempo, el padre de Fátima, Bernardo Bosch, ocupa un cargo de alto nivel dentro de PEMEX y colaboró con la empresa de Rocha en proyectos de ductos.
Aunque no aprobaba directamente los contratos, su posición en el área de comunicación institucional generó sospechas de posibles influencias internas.
Las relaciones políticas de la familia de Fátima también entraron en la discusión. Su tía, Mónica Fernández, es senadora por Morena, el partido gobernante, y su hermano trabaja como asesor legislativo para otro senador de la misma fuerza política.

Estos vínculos provocaron que la opinión pública cuestionara si el triunfo de Fátima fue realmente una coincidencia o parte de una red de intereses protegida por empresarios y figuras políticas mexicanas.
Rocha respondió con un comunicado extenso, asegurando que el contrato con PEMEX se ganó mediante un proceso internacional transparente con la participación de quince empresas.
Afirmó que en 2022, cuando se otorgó el contrato, él “ni siquiera imaginaba” involucrarse en Miss Universe ni conocía a la familia Bosch.
Añadió que el contrato terminó en 2023 y que PEMEX aún no ha pagado la totalidad del monto ejecutado, que ascendió a 44 millones de pesos. Rocha también subrayó que conoció a la familia Bosch apenas dos meses antes del concurso Miss México.

Una revelación adicional intensificó las sospechas: el concurso Miss México, donde Fátima obtuvo su pase a Miss Universe, también pertenece a Rocha Cantú.
En esa coronación, varias concursantes abandonaron el escenario en señal de protesta, dejando sola a Fátima mientras recibía su título, una imagen que dio la vuelta a las redes como símbolo de desconfianza interna.
La indignación en México pronto alcanzó niveles inesperados. Lejos de celebrar un triunfo histórico, miles de mexicanos se vieron obligados a enfrentar burlas internacionales.
En redes comenzaron a llamar a Fátima con el apodo cruel “Miss Huachicol”, aludiendo a actos de corrupción vinculados al petróleo y al robo de combustibles. Las críticas, el rechazo y las campañas de desprestigio opacaron por completo su coronación.

La situación escaló tanto que PEMEX, una institución estatal extremadamente seria, debió emitir un comunicado oficial aclarando que no tuvo relación alguna con Miss Universe ni con sus jueces.
Para muchos analistas, fue un momento vergonzoso para México, cuando un concurso de belleza obligó a una empresa estratégica nacional a defenderse públicamente.
Paralelamente, surgieron teorías que acusaban al gobierno mexicano de manipular el certamen para desviar la atención de protestas, crisis de transporte y el asesinato de Carlos Manso.
Sin embargo, especialistas y el propio autor del video consideran que una operación tan compleja difícilmente pudo ser ejecutada por el gobierno. Aun así, reconocen con ironía que el escándalo, de forma accidental, terminó funcionando como una distracción que eclipsó otros problemas urgentes.
Al final, Miss Universe 2025 dejó de ser un espectáculo para celebrar la belleza y el talento, y se transformó en un símbolo de lo frágil que puede ser la transparencia en los certámenes internacionales.
Las acusaciones, las conexiones cruzadas y los enfrentamientos entre los protagonistas del escándalo han llevado al mundo entero a preguntarse si aún es posible confiar en la justicia de estos concursos, o si la corona no es más que un trofeo decidido en salas privadas por intereses que nada tienen que ver con la belleza.