Justo cuando el público creía que la desaparición de Kimberly Hilary Moya González avanzaba en línea recta con la detención de dos sospechosos, el expediente dio un giro inesperado y profundamente polémico:
la necesidad de investigar a fondo los movimientos bancarios de los implicados.
Una medida aparentemente técnica que, según expertos y la propia familia de la joven, podría destapar una red más amplia
y desentrañar lo que realmente ocurrió durante las horas en que su rastro se perdió sin explicación.

Kimberly, estudiante de 16 años del CCH Naucalpan, salió de su casa la tarde del 2 de octubre de 2025 para imprimir una tarea en un café internet cercano, en San Rafael Chamapa. Las cámaras de seguridad captaron su última imagen en la calle Filomeno Mata.
Después de ese momento, su presencia desapareció por completo. El 13 de octubre, dos hombres identificados como Gabriel Rafael N, de 57 años, y Paulo Alberto N, de 36, fueron detenidos por su presunta participación en la privación de la libertad de la joven.
Las autoridades aseguran que uno interceptó a Kimberly mientras el otro conducía un vehículo Volkswagen gris.
Al catear un taller mecánico relacionado con los sospechosos, peritos hallaron unas botas con manchas hemáticas cuyo análisis preliminar coincidió con el perfil genético de los padres de la adolescente.

A pesar de eso, ambos detenidos han optado por guardar silencio absoluto. No han revelado información que conduzca a su paradero, ni han proporcionado alguna versión de los hechos.
Esa negativa ha reforzado la sospecha de que podrían estar protegidos o dirigidos por terceros.
Ante esta situación, la familia solicitó ampliar la investigación hacia el ámbito financiero de los implicados.
El abogado Jairo Ocampo Sáenz explicó que aceptó la propuesta del Ministerio Público de extender cuatro meses la investigación complementaria, ya que él mismo pidió que se requiriera a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores el acceso a los movimientos bancarios de los detenidos.
Este tipo de información solo puede obtenerse con autorización judicial y bajo control estricto, pues constituye un acceso directo a la vida privada de los imputados.

El motivo de esta petición es identificar movimientos sospechosos que puedan revelar pagos, transferencias, depósitos inusuales o vínculos económicos con terceros.
Según especialistas, las operaciones financieras pueden mostrar rutas de desplazamiento, ubicaciones de cajeros, compras con tarjeta, relaciones con personas externas o ingresos que no corresponden a su situación laboral. Todos estos elementos podrían modificar sustancialmente la teoría del caso.
Al mismo tiempo, surgió una línea de investigación sensible y controvertida: la posible participación de un grupo espiritista llamado Trinitario Mariano.
La familia de la joven señaló que uno de los detenidos figura como ministro de culto dentro de esta agrupación, junto con otros familiares.

El templo del grupo está ubicado cerca del domicilio de los implicados y, un día después de la desaparición, colgó un cartel donde anunciaba que estaría “fuera de servicio por motivos personales”.
Durante un cateo, autoridades encontraron insignias y objetos que no corresponden a prácticas católicas convencionales.
Además, registros oficiales señalan que el día de la desaparición, Gabriel Rafael N sostuvo una llamada de tres horas con un número telefónico vinculado al templo.
Este dato levantó nuevas sospechas sobre una posible participación coordinada de más personas. El abogado Ocampo indicó que este hallazgo “debe investigarse a profundidad”, pues podría señalar una estructura más compleja detrás del crimen.
Mientras tanto, la madre de la joven, Jaqueline González, mantiene la esperanza de que su hija siga con vida.

En una entrevista reciente expresó que, si los detenidos le dijeran dónde está Kimberly, ella estaría dispuesta a “terminar con todo”.
Sin embargo, la ley mexicana establece que la desaparición forzada es un delito que se persigue de oficio, por lo que la familia no puede retirar los cargos aunque así lo desee.
Según el abogado, la postura de la madre proviene del dolor extremo, pero el marco legal no puede actuar en función de sentimientos.
Desde que comenzó el caso, estudiantes, colectivos ciudadanos y vecinos de Naucalpan han realizado marchas, bloqueos y búsquedas independientes en zonas donde podría haber indicios. La presión social sigue creciendo para que las autoridades aceleren las diligencias.
La descripción de Kimberly continúa difundiéndose en redes y medios: mide 1.43 metros, es de complexión delgada, piel blanca, cabello negro a media espalda y ojos medianos.

El día en que desapareció llevaba pantalón de mezclilla azul, sudadera gris, blusa verde, tenis blanco con gris y una mochila rosa.
Por ahora, la investigación no ha determinado si los dos detenidos actuaron solos o si forman parte de una red más amplia.
Es por eso que la familia insiste en que la Fiscalía General de la República atraiga el caso, especialmente porque las pistas financieras, las llamadas prolongadas y la actividad del grupo espiritista abren múltiples interrogantes.
A medida que las autoridades avanzan en nuevas diligencias, la sociedad espera que cada registro bancario, cada dictamen pericial y cada movimiento legal acerque la respuesta que falta desde el primer día.
Una respuesta que la familia repite sin descanso y que sigue siendo la pregunta central del caso: ¿dónde está Kimberly Hilary Moya González?