A los 60 años, Gustavo Adolfo Infante –el nombre ligado a las revelaciones más sonadas del entretenimiento en México– finalmente se ve obligado a enfrentar una realidad inevitable: los secretos, los rumores y los escándalos que giran en torno a su propia vida.
El hombre que alguna vez fue considerado como la “pluma poderosa” de los medios de comunicación
latinoamericanos se ha convertido en el centro de la polémica, no solo por sus logros profesionales, sino también por las tormentas que él mismo ayudó a desatar.
Nacido en 1965 en la Ciudad de México, Gustavo Adolfo Infante inició su carrera en 1985 en el competitivo mundo de Televisa. Desde sus primeros pasos mostró un estilo directo, sin concesiones, dispuesto a exponer los aspectos más sensibles de los famosos.

En programas como Videorola, Furia Musical o Caiga quien caiga, pronto se volvió un rostro recurrente. Cuando se integró a Grupo Imagen en 2007, consolidó su posición con emisiones como En compañía de Infante, Sale el Sol, El minuto que cambió mi destino y De primera mano.
De la televisión a la radio y la prensa escrita, su presencia era ineludible, al punto de ser considerado un símbolo del periodismo de espectáculos en México.
Pero ese mismo estilo fue también la causa de una imagen profundamente polarizada. Infante ganó notoriedad por sus declaraciones tajantes, que en más de una ocasión fueron catalogadas como poco profesionales, sobre todo tras enfrentamientos con colegas en plena transmisión en vivo.
El caso más recordado ocurrió en Sale el Sol, cuando discutió de manera acalorada con dos compañeros, lo que generó indignación entre la audiencia y duras críticas públicas de figuras como Horacio Villalobos, Laura Zapata y Sergio Mayer.

No fueron pocas las veces que debió ofrecer disculpas públicas, aunque la imagen del periodista irascible y confrontativo permaneció intacta.
Las polémicas se intensificaron cuando Infante se refirió de manera despectiva a la gastronomía peruana, calificando los platillos de Cuzco como “asquerosos”.
La indignación fue inmediata y él mismo admitió que tanto él como su familia recibieron amenazas en redes sociales. Lo más llamativo es que este episodio ocurrió apenas unos días después de que defendiera al grupo Yaritza y su Esencia, criticado por rechazar la comida mexicana, lo que puso en entredicho la coherencia de sus posturas.
En casi cuatro décadas de trayectoria, también mostró poca sensibilidad en ciertas coberturas. Un ejemplo fue el secuestro del padre de los integrantes de Los Temerarios, cuando hizo comentarios que fueron percibidos como frívolos.

Solo al enterarse de que la víctima perdió un dedo durante el cautiverio, Infante dimensionó la gravedad de sus palabras y pidió disculpas públicamente.
Sus enfrentamientos con celebridades contribuyeron a engrosar su lista de enemigos. Alfredo Adame lo acusó de manipular a su hijo y de difundir información falsa, asegurando que Infante enfrenta varias denuncias penales.
Sergio Mayer sostuvo que perdió un contrato millonario a causa de las declaraciones del periodista, mientras que Paty Chapoy –quien fue su aliada durante años– terminó convirtiéndose en enemiga tras la competencia directa de contenidos.
Infante tampoco dudó en atacar a Michel Rubalcava, Belinda, Cristian Nodal o Wendy Guevara, quienes respondieron con la misma dureza, manteniéndolo en el ojo del huracán.

En el plano personal, tampoco estuvo exento de controversia. Fotografías donde aparecía disfrazado de mujer circularon en redes, así como críticas hacia sus múltiples cirugías estéticas: blefaroplastia, bichectomía, liposucción en el mentón y trasplantes capilares.
Aunque él aseguró que buscaba “rejuvenecer” y no descarta seguir con esos procedimientos, la opinión pública lo señala por deteriorar su imagen más que mejorarla.
Rumores sobre fiestas privadas, consumo de alcohol y drogas, y conductas cuestionables han terminado por alimentar aún más la narrativa en su contra.
El escándalo más reciente, en agosto de 2025, marcó un nuevo capítulo. Infante acusó a Mayela Laguna de recibir 30 mil pesos para fingir un romance con él, presentando capturas de pantalla y comprobantes de pago como pruebas.

Además, emprendió acciones legales contra el periodista Javier Seriani, a quien responsabilizó por difundir la entrevista en la que Laguna lo implicaba.
Mientras Infante insiste en que es víctima de una campaña de desprestigio, la opinión pública sigue dividida: para algunos, es objeto de una trampa mediática; para otros, solo está cosechando lo que sembró durante años de exponer la vida privada de terceros.
Hoy, Gustavo Adolfo Infante es más que un periodista: es el reflejo de las contradicciones del periodismo de espectáculos, un oficio que oscila entre la admiración por la primicia y el repudio por el exceso.
A los 60 años, la gran incógnita no es cuánto tiempo podrá sostener su presencia en los medios, sino si será capaz de reconciliar su trayectoria con la responsabilidad ética que exige el oficio, o si quedará marcado para siempre como el “zar del espectáculo” consumido por sus propias controversias.