La cantante se convierte en la musa de Chloé Wallace en ‘Aitana: Metamorfosis’, la docuserie en la que se abre como artista y persona que llega el 28 de febrero a Netflix.
‘Aitana: Metamorfosis’ | Netflix
La metamorfosis es el cambio, la transformación. En 2017, una joven que acababa de cumplir 18 años llamada Aitana Ocaña Morales (Sant Climent de Llobregat, 1999) se presentó al casting de Operación Triunfo. No solo entró, sino que su “ángel” le valió para quedar segunda y su talento para convertirse en lo que es hoy, una auténtica estrella del pop como aquellas que siempre había admirado. En OT conocimos a la Aitana de Issues y Procuro olvidarte, pero también a la de los sanjacobos, la miel y la que se recortaba el flequillo.
Después, vino la cantante, la de Teléfono, Vas a quedarte, 11 razones y Miamor. Y hoy, la Aitana estrella, la internacional y la que es capaz de llenar dos veces el estadio Santiago Bernabéu. De ahí surge la idea de un documental en forma de serie: “Siete años de carrera no son tantos, pero la narrativa principal era el Bernabéu. Era la primera vez que hacía un estadio y quería que la gente lo viviera conmigo y también cómo creaba el nuevo disco”, cuenta Aitana en el Metamorfosis Studio que ha preparado Netflix en la Plaza Canalejas de Madrid.
La directora Chloé Wallace (Un cuento perfecto, Mala influencia) sería quién se pondría detrás de la cámara. Sin embargo, a ella no le interesaba tanto el coliseo blanco, sino más bien quién era esa Aitana que lo iba a llenar tras Taylor Swift y Karol G, y siendo la primera artista española en conseguirlo. “Me dijo: ‘Me parece muy bien que sea esa la narrativa, pero a mí me gustaría que me permitieses entrar un pelín más en quién eres tú, tu perfección, tu creación, tus miedos, tu familia…’. A mí me daba un poco de miedo porque nunca me había expuesto así, pero lo entendí y confié en ella”.
Bailaba mientras lloraba
El destino es caprichoso y las presiones de los vecinos de la Castellana lograron que se aplazaran todos los conciertos hasta que se mejorara la acústica, incluidos los dos de Aitana, que pasan al 27 y 28 de junio coincidiendo con su cumpleaños. Uno de los seis episodios retrata cómo gestionó su equipo la noticia.
Así, la narrativa inicial metamorfoseó en algo mucho más íntimo, cercano y sincero descubriendo a la Aitana más natural y vulnerable. “Había una planificación, pero no había guion. Tuvimos que darle una vuelta para ver ahora qué queríamos contar porque yo tampoco quería que fuera todo el rato yo, yo, yo”, explica.
Las grabaciones coincidieron con un momento de su vida en el que no estaba bien y habla de ello sin filtros. Se sumó también una ruptura mediática y problemas de salud relacionados con su hipocondría, algo de lo que también habla por primera vez: “Lo que me pasaba era cómo me sentía y no quería ni que me grabasen porque no lo quería mostrar”.
“Pero también creo que es importante, y más yo que tengo una voz, hablar de salud mental. Yo no estaba bien, no sabía qué me estaba pasando hasta que pedí ayuda psiquiátrica y me diagnosticaron depresión”, añade. Aunque ahora aclara que está “mucho mejor” gracias a la terapia y a la medicación, es consciente de que se trata de un proceso y de que aún le queda mucho camino.
Wallace le ayudó mucho a abrirse ya que no se permitía el lujo de sentirse mal. “Me costaba quejarme delante de las cámaras. Le decía: ‘Chloé, no me voy a quejar porque mi vida es un cuento de hadas. Estoy viviendo mi sueño. Puedo sufrir con algunas cosas que me hacen tener ansiedad por la presión que yo misma me meto, pero eso es una consecuencia de mi trabajo’. Y ella me decía que era lícito sufrir también, que al fin y al cabo soy humana y la depresión es igual para todo el mundo. Y poco a poco fue sacándome lo que tenía dentro”.
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Vuelan mariposas
La cámara le acompaña durante los meses previos al no Bernabéu, desde que saca Akureyri hasta su aplaudido discurso sobre su estado de salud mental en los premios de Harper’s Bazaar. Éxito, Miedo, Identidad, Hogar, Crear y Perfección son los seis episodios que muestran todas las Aitanas que viven en ella.
A la que le comen los nervios antes de subirse a un escenario y repasa las letras de sus propias canciones, pero también a la que se le van todas las inseguridades en cuanto sale a cantar. La que estudia para piloto a fin de superar su miedo a los aviones y vuela hasta Los Ángeles a componer su nuevo disco, el cuarto de su carrera y del que no solo se ha escuchado Segundo intento, también otra canción que sus fans ya le están pidiendo y que han bautizado como 6 de febrero –y que nos promete que “saldrá pronto”–.
También, la que negocia en las reuniones con su equipo callando a los que la tildan de “producto discográfico”. La obsesionada con la astrología y Yakarta: “Mis primos cuando vieron eso me dijeron que lo tenía que quitar [risas]. Lo veo ahora y pienso: ‘¡Ostras! Se me ha ido la pinza’. Hay muchos momentos que me doy vergüenza y lo paso mal viéndome, pero también es que yo soy así”.
Sobre todo, la que se permite fallar y no ser perfecta. La que ha entendido que igual que hay gente que la ama, hay gente que la odia y no le importa ser su “saco de boxeo”. La enamorada e ilusionada, pero también la del corazón roto. La que coge la cámara y llora porque así lo siente. La que se va a Ibiza con sus amigas y sale de fiesta. La que tiene 25 años y pinta, conduce y reflexiona en sus notas del móvil, como cualquier chica de su edad. La nostálgica que se emociona al volver a su pueblo y a su instituto. La que ayuda en las comidas familiares con la paella y la que tiene dos pilares fundamentales que son sus padres, Cosme y Belén. Todas ellas son las Aitanas que echan a volar en Aitana: Metamorfosis.