La muerte de Mario Pineira fue vista en un inicio como el cierre trágico de la historia de un exfutbolista que había quedado lejos del brillo de las canchas.

Sin embargo, los hechos posteriores revelaron que aquel crimen no marcó un final, sino el inicio de una cadena de asesinatos cada vez más inquietante.

El homicidio de una mujer pocas horas después de asistir a su funeral ha reavivado el debate público en

Ecuador y ha dejado una pregunta incómoda en el aire: ¿hasta dónde puede llegar esta violencia?

La víctima más reciente es Karen Gruna Franco, de 39 años, quien fue asesinada a balazos poco después de abandonar el sepelio de Mario Pineira en el sector de La Aurora, en las afueras de Guayaquil.

De acuerdo con el reporte policial, Karen regresaba a su domicilio en un vehículo particular acompañada por un hombre cuando fueron interceptados por sujetos que se movilizaban en una motocicleta.

Los atacantes se acercaron al automóvil y abrieron fuego de manera directa. Karen, que viajaba como copiloto, murió en el lugar. El conductor resultó herido, pero logró llegar hasta su vivienda antes de ser trasladado de urgencia a un centro médico.

Las autoridades confirmaron que Karen Gruna Franco mantenía una relación cercana con Giselle Fernández Ramírez, la pareja sentimental de Mario Pineira.

Giselle, ciudadana peruana, había sido asesinada junto al exjugador en un ataque armado ocurrido días antes. Esta conexión llevó a los investigadores a descartar rápidamente la hipótesis de un crimen aislado y a considerar el caso como parte de una misma trama criminal.

El hecho que dio origen a esta cadena de violencia ocurrió en el centro de Guayaquil, cuando Mario Pineira y Giselle Fernández fueron ejecutados dentro de una carnicería.

Pineira había formado parte del club Barcelona SC, uno de los equipos más emblemáticos del fútbol ecuatoriano.

Tras su retiro del deporte profesional, su vida transcurrió lejos de la exposición mediática, una discreción que hoy es analizada por la Policía como posible reflejo de vínculos complejos fuera del ámbito deportivo.

Por este doble homicidio fueron detenidos dos ciudadanos venezolanos, de 21 y 24 años. Durante los interrogatorios, uno de ellos confesó haber recibido 1.500 dólares a cambio de participar en el ataque.

La investigación reveló además un elemento que evidencia planificación previa: los autores materiales contrataron a un repartidor por aproximadamente 200 dólares para seguir los movimientos de las víctimas y reportar sus desplazamientos.

Esta modalidad de vigilancia, conocida en el mundo criminal como reglaje, refuerza la tesis de un asesinato por encargo.

En un país golpeado por la violencia, donde solo en 2025 se han registrado al menos cinco asesinatos de futbolistas, surgieron rápidamente sospechas sobre posibles vínculos con mafias de apuestas deportivas.

No obstante, en el caso Pineira, la Policía ha señalado que no existen indicios sólidos que apunten a esa línea. La investigación se ha orientado hacia conflictos derivados de actividades económicas informales.

Giselle Fernández era conocida como organizadora de eventos y comerciante de equipos móviles. Paralelamente, las autoridades investigan su presunta participación en operaciones de préstamos de grandes sumas de dinero con intereses elevados.

De acuerdo con fuentes policiales, disputas por deudas, control de negocios o incumplimientos financieros podrían haber detonado la violencia.

En ese contexto, Mario Pineira habría quedado expuesto no tanto por su pasado futbolístico, sino por su cercanía personal con Giselle.

Los investigadores no descartan que el exjugador no participara directamente en ninguna actividad ilícita. Sin embargo, en entornos dominados por la economía informal y el crimen organizado, la simple asociación personal puede convertir a alguien en objetivo.

La muerte de Karen Gruna Franco refuerza esta lógica implacable, donde las represalias parecen extenderse a todos los círculos cercanos.

Con tres personas asesinadas y vínculos evidentes entre las víctimas, el caso es tratado ahora como un triple homicidio con ramificaciones aún abiertas.

Los autores materiales permanecen en prisión preventiva, mientras la Policía continúa la búsqueda del autor intelectual que habría ordenado los crímenes a través de intermediarios.

Este expediente refleja una realidad alarmante en Ecuador. La violencia ya no se limita a ajustes de cuentas directos, sino que se propaga como una reacción en cadena.

Cuando una mujer es asesinada solo por haber asistido a un funeral, el mensaje es claro y perturbador: nadie que esté cerca de la historia está realmente a salvo.

La muerte de Mario Pineira dejó de ser un episodio aislado para convertirse en el símbolo de una espiral de violencia que, hasta ahora, no muestra señales de detenerse.