La historia de Beon Sánchez, conocido artísticamente como B King, ha sacudido profundamente al público latino.
No solo por su talento musical y su personalidad provocadora, sino porque semanas antes de morir, el artista pareció anticipar su propio destino.
En un video que hoy recorre las redes sociales, se le escucha decir con una calma inquietante: “Si algo me pasa, sepan que la responsable es Marcela Reyes.” Esa frase, que en su momento pasó desapercibida, hoy resuena como una advertencia premonitoria que hiela la sangre.
B King no fue solo un músico: fue un símbolo de rebeldía, de autenticidad y de confrontación. Se enfrentó sin miedo a un mundo del entretenimiento en el que la fama, el dinero y las rivalidades personales a menudo se mezclan con el poder y la manipulación.

Su relación sentimental con la reconocida DJ colombiana Marcela Reyes fue tan apasionada como conflictiva. Tras la ruptura, ambos protagonizaron una serie de disputas públicas que se volvieron virales, convirtiéndose en un espectáculo seguido por millones.
Sin embargo, nadie imaginó que aquellos desencuentros serían el preludio de una tragedia que hoy conmueve a todo un continente.
A mediados de 2025, B King comenzó a publicar videos alarmantes. En ellos, aseguraba estar recibiendo mensajes amenazantes y advertencias para que guardara silencio.
Aunque los textos aparentaban cordialidad, el cantante los interpretaba como intentos velados de intimidación. “Me dicen que calle, que deje las cosas quietas, que no me meta en problemas mayores… pero ya no tengo miedo”, dijo en una de sus últimas transmisiones. Reiteró que su única forma de protegerse era hablar públicamente, poner nombre y rostro a sus temores.

Decidido a no ser silenciado, el artista acudió a la Fiscalía General de la Nación para denunciar a Reyes y a las personas que —según él— estaban detrás de las amenazas.
Mostró pruebas, entre ellas una captura de pantalla de WhatsApp, donde un remitente desconocido lo instaba a “dejar todo como está para evitar complicaciones”. Para B King, esas palabras eran más que una advertencia: eran una señal de que algo oscuro se estaba gestando.
Poco después, el cantante desapareció misteriosamente en México. Días más tarde, su muerte fue confirmada, y la conmoción fue inmediata.
En redes sociales, miles de usuarios revivieron sus videos, describiendo sus palabras como una profecía cumplida. “Él sabía que algo le iba a pasar”, escriben los fans entre la incredulidad y la rabia.

Desde entonces, el silencio ha sido la respuesta más ruidosa. Marcela Reyes no ha emitido ninguna declaración reciente sobre el caso.
Solo circula un pronunciamiento anterior en el que negaba rotundamente haber amenazado a su expareja, afirmando que “jamás podría hacerle daño al hombre que amé”. Sin embargo, su falta de reacción frente a las nuevas acusaciones ha alimentado aún más la especulación y ha dividido a la opinión pública.
Fuentes cercanas a B King afirman que en las últimas semanas de vida, el artista mostraba claros signos de angustia. Hablaba de sentirse vigilado, de vivir con miedo.

Nadie sospechó entonces que aquellas confesiones serían sus últimas. Hoy, mientras las autoridades mexicanas y colombianas mantienen abierta la investigación, la sociedad exige respuestas: ¿Fue un crimen planificado o una tragedia envuelta en rumores?
En TikTok, Instagram y YouTube, los fragmentos de sus videos acumulan millones de reproducciones. Su frase —“Yo sé quiénes son y sé lo que van a hacer”— se ha convertido en un símbolo de resistencia, una advertencia desde el más allá que ha transformado su figura en leyenda.
La muerte de B King no solo dejó un vacío en la música urbana, sino que abrió una herida profunda en la cultura popular latinoamericana. Su voz, silenciada por la violencia, hoy se alza como un eco que denuncia la fragilidad de la verdad en un mundo donde el poder y el silencio pueden matar.
Quizás, más que una víctima, B King se haya convertido en un mártir: el artista que se negó a callar, incluso cuando sabía que hablar podría costarle la vida.