Su primera entrega como director, ‘La guitarra flamenca de Yeray Cortés’, cumple con creces y anticipa una potente carrera en el cine
C. Tangana destaca que cuando conoció a Yeray Cortés (derecha) le fascinó que «los flamencos le trataban como flamenco y los modernos, como moderno»
Desde hace tiempo sabemos que C. Tangana no solo es un artista crucial del pop español, sino también un catalizador capaz de soldar las habilidades ajenas. Lo demostró con creces en la gira de «El madrileño», un álbum repleto de colaboraciones bien ensambladas, y lo vuelve hacer en «La guitarra flamenca de Yeray Cortés», cinta sobre un joven músico levantino que entrevera un proceso de maduración artística con una oscura trama familiar. La película pasa entre plazas alegres, cementerios con imaginería católica y tabernas mediterráneas. El pulso de Tangana sabe combinar a Cortés con Farruquito y Remedios Amaya, añadiendo unas gotas de sí mismo bien dosificadas.
Tenemos la imagen de Antón Álvarez, nombre real de C. Tangana, como de un trapero de ego infinito y en continua expansión, pero aquí aparece muchas veces con un papel cuidador, paternal y orientador que es uno de los grandes aciertos de la película. Sabe cuándo preguntar, cuándo intervenir y cuando apartarse de un secreto familiar delicado, que asoma a la luz poquito a poco. Se ha comparado la película con algunas de Carlos Saura, aunque aquí no existe tanto artificio ni teatralidad, optando por cierta crudeza de barrio que no renuncia nunca a la elegancia. Se usan más recursos publicitarios que «artys», lo que juega a favor de la película. De hecho, lo más cuestionable son algunas apuestas estéticas arriesgadas en una de las escenografías finales.
En 2023 triunfó «Una ambición desmedida», documental sobre la gira más celebrada de Tangana, pero muchos opinamos que era una película fallida. Se notaba que la estaba huérfana de visiones externas, por lo que a ratos derivaba en algo parecido a un pase de diapositivas de las vacaciones, más vibrante para quienes las vivieron que para los que no. Por suerte, esto no sucede en «La guitarra flamenca de Yeray Cortés», un documental que nunca pierde tensión y donde en todo momento se comprende lo que está sucediendo. La narración de C. Tangana transmite su admiración por el personaje y por la manera en la que afronta los obstáculos vitales que se ha ido encontrando en una familia rota por la precariedad, la delincuencia y la mala comunicación.
La película retrata la vida de barrio sin caer en el safari ni en la condescendencia, algo muy de agradecer en tiempos en que la televisión cae con demasiada frecuencia en la pornografía de la pobreza. Todos los personajes muestran dignidad y ternura, con su lado vulnerable a la vista pero sin sentimentalismo. La música encaja en cada escena, casi siempre siendo protagonista en vez de mera guarnición. Tangana destaca que cuando conoció a Yeray Cortés le fascinó que «los flamencos le trataban como flamenco y los modernos, como moderno». El paso de las escenas va dejando claro que los modernos ven en él una conexión con tradiciones ancestrales y los flamencos aprecian el soplo de aire fresco de su guitarra para un arte ancestral.
Con esta película, además de romper el hielo audiovisual como director, C. Tangana confirma que tiene un perfil similar al de cazatalentos y catalizadores de la música popular como Damon Albarn, David Byrne y Diplo, tres grandes alquimistas de la música. A distintos niveles, todos son capaces de producir música propia relevante pero también de identificar, seleccionar y empaquetar para el gran público el talento de otros artistas, especialmente jóvenes necesitados de una mentoría cariñosa.