EL GUACHO: Cómo el yerno de El Mencho engañó a la DEA

En el mundo del crimen organizado, donde el poder suele terminar en sangre o en una celda, El Guacho parecía una anomalía. Durante años, su nombre desapareció del radar tanto de las autoridades mexicanas como de las agencias estadounidenses.

No figuraba en listas de búsqueda prioritarias ni en expedientes activos. Para muchos, estaba muerto.

En realidad, simplemente había cambiado de vida y de identidad, instalándose bajo el sol de California, rodeado de lujo y anonimato.

El origen de la persecución se remonta a noviembre de 2021, cuando la Marina de México detuvo a Rosalinda González Valencia, esposa de Nemesio Oseguera Cervantes, conocido como El Mencho.

Aquella detención no fue solo un acto judicial, sino un golpe directo al núcleo familiar y simbólico del poder del CJNG.

Como respuesta, El Guacho ordenó el secuestro de dos elementos de la Marina mexicana. Aunque los rehenes fueron liberados posteriormente, el daño estaba hecho.

El honor de la institución había sido desafiado, y desde ese momento El Guacho pasó a convertirse en un objetivo prioritario del Estado mexicano.

La presión aumentó rápidamente. Se intensificaron los operativos, se activaron redes de inteligencia y se cerraron rutas tradicionales.

Ante ese escenario, El Mencho optó por una maniobra extrema, pero eficaz. En 2022 comenzaron a circular versiones dentro del mundo criminal que aseguraban que El Guacho había sido asesinado por órdenes del propio líder del CJNG tras un conflicto interno.

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La historia resultó creíble y cumplió su función. Mientras las autoridades asumían que una pieza clave había sido eliminada, El Guacho ya estaba saliendo de México.

Su escape se realizó a través de los túneles fronterizos de Tijuana, controlados por Pablo Edwin Huerta Nuño, alias El Flakito.

El Mencho pagó una suma considerable para garantizar el traslado de un personaje importante, sin revelar su verdadera identidad. Fue una operación diseñada para engañar no solo a las fuerzas mexicanas, sino también a la DEA.

Ya en Estados Unidos, El Guacho adoptó una nueva identidad. Bajo el nombre de Luis Miguel Martínez, se presentó como un empresario sin antecedentes.

El nombre pertenecía a una persona fallecida en 1992, lo suficientemente antiguo como para eludir controles convencionales.

En Riverside, California, se estableció en una mansión valuada en 1.2 millones de dólares, adquirida mediante la empresa fachada Pasionazul SA de CV. Vehículos de lujo, grandes cantidades de efectivo, relojes exclusivos y obras de arte definían un estilo de vida cuidadosamente blindado.

Las investigaciones posteriores revelaron que Pasionazul no era una empresa aislada. Formaba parte de una red financiera ligada directamente al CJNG y conectada con la industria del tequila en México.

Mediante amenazas y extorsión, el cártel logró controlar zonas clave de cultivo de agave y ofrecer servicios agrícolas a grandes marcas. El tequila, símbolo cultural del país, se convirtió así en una herramienta para el lavado de dinero a escala internacional.

La caída de El Guacho no se produjo por una traición sangrienta, sino por la tecnología. La DEA utilizó sistemas avanzados de reconocimiento facial para comparar datos biométricos provenientes de México con residentes en California.

Detalles mínimos, rasgos físicos y patrones de conducta terminaron encajando. En noviembre de 2024, El Guacho fue arrestado, poniendo fin a una de las fugas más sofisticadas del crimen contemporáneo.

Frente a la posibilidad de una condena severa, El Guacho decidió colaborar. Se declaró culpable de delitos relacionados con el narcotráfico e ingresó al Programa de Protección de Testigos junto a su esposa.

Su cooperación condujo a múltiples detenciones relevantes, incluida la de Abraham Oseguera Cervantes, conocido como Don Rodo, hermano de El Mencho, a inicios de 2025. Para las autoridades, fue uno de los golpes más duros al círculo familiar del CJNG.

Hoy, El Guacho vive bajo una identidad protegida en un suburbio de Arkansas, lejos del lujo y del poder que alguna vez lo rodearon.

Su historia no es solo un caso criminal, sino una advertencia sobre cómo el crimen organizado se aprovecha de la globalización, las finanzas y la tecnología.

Una muerte fingida puede engañar al mundo durante un tiempo, pero las huellas del dinero, la ambición y la exposición terminan por derrumbar cualquier ficción.

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