Un video que habría sido filtrado desde la escena del asesinato del alcalde Carlos Manso ha sacudido a todo México.
En las imágenes se observa que su equipo de seguridad —supuestamente compuesto por 14 agentes— se aleja del lugar apenas unos minutos antes de los disparos.
Esa secuencia encendió la indignación pública y desató una avalancha de preguntas: ¿fue un acto de negligencia, o una traición cuidadosamente planeada?
El ataque ocurrió en plena Festival de Velas, una celebración tradicional cargada de simbolismo religioso y comunitario.

Mientras el alcalde recorría los altares con los vecinos, testigos aseguran que sus escoltas se dispersaron repentinamente, sin motivo aparente.
Algunos incluso abandonaron la zona instantes antes de que apareciera el sicario.
En ese preciso momento, un hombre vestido con una chaqueta oscura emergió de la multitud, apuntó su arma y disparó varias veces contra el mandatario municipal.
El caos se apoderó del lugar: gritos, carreras, pánico. Manso cayó al suelo entre la luz titilante de las velas —una escena tan trágica como simbólica.
Según los relatos, los escoltas regresaron minutos después, abriendo fuego en medio de la confusión. El atacante fue capturado por los asistentes, reducido y tirado al suelo.

Pero lo más polémico ocurrió entonces: uno de los escoltas sacó su arma y lo ejecutó allí mismo, pese a que ya estaba inmovilizado y desarmado.
Esa última bala encendió la furia colectiva. Un testigo gritó entre lágrimas: “Podía decir quién dio la orden. Lo mataron para callar la verdad.”
El Secretario de Seguridad Federal, Omar García Harfuch, declaró que Manso “siempre estaba bajo protección estricta” de 14 agentes armados y entrenados.
Sin embargo, esta versión contradice los testimonios ciudadanos, que aseguran no haber visto ningún despliegue de seguridad durante el evento.

Si los escoltas realmente estaban presentes, surge la pregunta inevitable: ¿por qué no estaban junto a quien debían proteger?
Investigadores estatales de Michoacán revisan ahora las cámaras de vigilancia y los videos grabados por asistentes.
Fuentes cercanas indican que algunos escoltas han sido detenidos para interrogatorio, mientras otros “no han sido localizados”.
La opinión pública está profundamente dividida. Para muchos, el asesinato fue una conspiración interna, una operación diseñada para silenciar a Manso, conocido por su lucha frontal contra el crimen organizado en Michoacán.

Otros creen que se trató simplemente de una falla de seguridad, el reflejo de un sistema corroído por el miedo y la impunidad.
Mientras los videos siguen apareciendo en las redes, la figura de Carlos Manso se ha convertido en un símbolo trágico: la fragilidad del poder y la violencia que lo acecha.
“Lo importante no es quién apretó el gatillo”, escribió un analista en Ciudad de México, “sino quién dio la orden… y quién decidió callar”.
La respuesta a esa pregunta sigue perdida entre las sombras de Michoacán, donde la luz de las velas del festival se tiñó de sangre y silencio.