Roberto Guzmán Garza, conocido en el mundo del espectáculo como “El Flaco” Guzmán, fue un actor y comediante mexicano cuya carrera abarcó varias décadas y más de 190 películas.Nacido en Saltillo, Coahuila, en 1936, fue hermano de la reconocida actriz Magda Guzmán y tío de otras figuras del medio artístico.
Su vida, llena de éxitos y dificultades, terminó de manera trágica y rodeada de misterio, dejando una huella imborrable en la cultura popular mexicana.
Roberto comenzó su carrera artística como bailarín en la película *La locura del rock and roll* en 1956, para luego integrarse a compañías teatrales y finalmente consolidarse como actor en la década de los 70.
Fue un pionero del cine de ficheras, un género popular en México caracterizado por comedias picantes, melodramas y un lenguaje coloquial lleno de albures y picardía.
Participó en más de 190 películas, compartiendo créditos con figuras emblemáticas como Rafael Inclán, Alberto “El Caballo” Rojas, Eduardo de la Peña, y Carmen Salinas, entre otros.
Su talento para la comedia y el drama lo convirtió en un referente del cine popular mexicano, a pesar de las críticas que recibían estas producciones por su baja calidad técnica y narrativa.
Detrás de la fama y el carisma, Roberto “El Flaco” Guzmán enfrentó una dura batalla contra el alcoholismo, un problema que marcó gran parte de su vida personal y profesional.
A pesar de ello, nunca dejó de trabajar y de demostrar su capacidad actoral, ganándose el cariño del público y el respeto de sus colegas.
Su vida familiar también tuvo sus complejidades.
Fue padre de dos hijos reconocidos y tuvo otras dos hijas que convivieron con él en sus últimos años.
La relación con su familia fue un soporte importante en su vida, especialmente en sus últimos días.
El cine de ficheras, en el que Roberto tuvo un papel protagónico, fue un fenómeno cultural que dominó la pantalla mexicana desde mediados de los años 70 hasta finales de los 80.
Estas películas, aunque consideradas de baja calidad por la crítica, fueron muy populares entre el público por su humor, música y retrato de la vida nocturna y los ambientes populares.
Roberto y sus compañeros actores vivieron un ambiente de trabajo intenso, donde el consumo de alcohol y otras sustancias era común para soportar largas jornadas y la presión del espectáculo.
Este contexto contribuyó a la fama de “El Flaco” como un personaje carismático pero también vulnerable.
El 1 de agosto de 2002, Roberto fue internado de urgencia en el hospital Santa Elena de la Ciudad de México tras sufrir un accidente en su casa.
Según el reporte oficial, se resbaló mientras se bañaba, golpeándose la cabeza y sufriendo un infarto cerebral.
Permaneció nueve días en terapia intensiva antes de fallecer el 9 de agosto.
La noticia conmocionó al medio artístico y a sus seguidores, pero pronto surgieron dudas y sospechas.
La familia de Roberto no quedó satisfecha con la versión oficial, señalando que el cuerpo presentaba múltiples traumatismos y que el asistente personal del actor desapareció tras el accidente, sin acudir ni al hospital ni a los funerales.
Estas circunstancias dieron pie a rumores de que su muerte podría no haber sido un accidente, sino un posible homicidio, aunque nunca se probó nada y la causa oficial sigue siendo el accidente doméstico.
A pesar de sus problemas personales, Roberto “El Flaco” Guzmán dejó un legado invaluable en el cine mexicano.
Su presencia en la pantalla, su capacidad para la comedia y el drama, y su estilo único lo convirtieron en un ícono del cine popular.
Compañeros y directores lo recuerdan como un actor talentoso y un ser humano cercano, cuya vida y carrera reflejan tanto la grandeza como las dificultades del mundo del espectáculo.
La historia de Roberto Guzmán es un recordatorio de las luces y sombras que acompañan la fama.
Su talento y carisma brillaron en el cine mexicano, pero su vida personal estuvo marcada por la lucha contra sus demonios internos y un final trágico lleno de incógnitas.
Hoy, su memoria sigue viva en las películas que protagonizó y en el cariño de quienes lo admiraron, un legado que trasciende la pantalla y que invita a reflexionar sobre la fragilidad humana detrás del artista.