La mañana parecía transcurrir con normalidad hasta que los titulares más alarmantes empezaron a circular por redes sociales: “Malas noticias”, “Adiós a Catalina Gómez”, “¡Se nos fue!”. En cuestión de horas, el público quedó sumido en una mezcla de inquietud y desconcierto.
Catalina Gómez —una de las figuras más reconocidas y queridas del programa Día a Día— no apareció en pantalla. Ni en el estudio, ni en las cápsulas habituales, ni en los segmentos que suelen llevar su firma.
La reacción fue inmediata: las especulaciones se multiplicaron y el silencio inicial solo avivó el misterio.
¿Había renunciado? ¿Sufrió una emergencia? ¿Existían tensiones internas dentro de Caracol? En un entorno saturado de desinformación y titulares sensacionalistas, cada conjetura parecía plausible, y la ausencia de Catalina se transformó en un fenómeno viral.

Pero, como suele ocurrir, la verdad era mucho más sencilla que las teorías que inundaron internet.
A lo largo de más de dos décadas de emisión, Día a Día ha sido no solo un programa matutino exitoso, sino también un acompañante constante en los hogares colombianos.
Entre sus conductores, Catalina Gómez ha ocupado un lugar privilegiado. Con más de diez años al frente del espacio, su presencia ha moldeado la identidad del programa: cercana, empática, serena y profundamente auténtica.
Sus segmentos sobre estilo de vida, bienestar y temas cotidianos se convirtieron en parte del menú diario de los televidentes.
Catalina no solo informaba: conectaba. Su manera cálida de comunicar, sus entrevistas naturales y su sensibilidad editorial consolidaron un sello personal que el público aprendió a reconocer de inmediato.

Por eso, su ausencia repentina no podía pasar desapercibida. Era inevitable que generara preocupación.
No obstante, esta vez, la preocupación escaló a un nivel inusitado.
Ante la ola de rumores, una fuente del equipo de Día a Día tuvo que intervenir para aclarar la situación:
Catalina no dejó el programa.
No hubo un conflicto interno.
No ocurrió ningún suceso dramático.
Simplemente estaba de vacaciones.
Una pausa tan normal como necesaria para cualquier profesional, aunque distorsionada por los titulares engañosos de plataformas que buscan multiplicar visitas a través del impacto emocional.

Catalina viajó junto a su esposo, Juan Esteban San Pedro —presidente de la división de entretenimiento de Caracol— rumbo a Estados Unidos, eligiendo Chicago como destino.
Una ciudad que, además de su clima invernal, les ofreció un ritmo completamente diferente al de Bogotá: calles más lentas, paisajes urbanos más silenciosos y un espacio ideal para desconectarse de la rutina frenética.
En su cuenta oficial de Instagram, Catalina compartió postales que lo confirmaban: abrigos gruesos, bufandas, calles frías, cafés cálidos, pequeños rincones de la ciudad y escenas cotidianas registradas sin poses, sin producción, sin cámaras profesionales. Solo ella, su esposo y una pausa bien merecida.
En medio de esa recopilación de imágenes, escribió un mensaje breve pero profundamente sentido:
“Siempre gracias.”
Acompañado de los hashtags #vida y #Chicago, que resumían en dos palabras lo que estaba experimentando: vivir y agradecer.

La pregunta inevitable es: ¿por qué un suceso tan sencillo terminó convertido en una “mala noticia”?
La respuesta apunta directamente a la dinámica de los medios digitales. En la búsqueda por captar la atención inmediata, algunos creadores optaron por amplificar de forma artificial lo que no era más que una ausencia temporal.
En un contexto donde el clic se ha convertido en moneda de intercambio, la figura de Catalina fue usada como anzuelo para generar alarma.
Sin embargo, lo ocurrido también nos recuerda algo esencial: los personajes públicos, pese a su visibilidad, tienen derecho a hacer una pausa, a respirar, a desconectarse y a dedicarse tiempo en pareja.
Y Catalina hizo precisamente eso. Su silencio en pantalla no era una despedida, sino una pausa para recuperar energía después de años de trabajo constante.

Por eso, ante la marea de titulares confusos, conviene volver a la realidad: Catalina Gómez no se fue, no renunció, no desapareció.
Únicamente decidió detenerse un instante, cambiar de escenario, recordar que la vida también sucede lejos de las cámaras.
Es una ausencia oportuna, no una despedida.
Un punto y coma, no un punto final.
Y, definitivamente, no son las “malas noticias” que muchos insinuaron.
Cuando regrese al set de Día a Día, lo hará con la misma sonrisa serena y profesionalismo que la han convertido —durante tantos años— en una presencia indispensable para los televidentes colombianos.