La noticia sobre la partida de Eduardo Manzano se propagó a gran velocidad desde la mañana del 5 de diciembre, generando una ola de dudas y especulaciones entre los seguidores del comediante.
Resultaba difícil aceptar que una figura tan emblemática, un artista que acompañó a varias generaciones con su humor inconfundible, se marchara de manera tan silenciosa.
¿Qué ocurrió realmente en sus últimas horas? ¿Su salud ya estaba deteriorada o había algo más detrás del hermetismo inicial?
Este vacío de información no hizo más que aumentar la curiosidad colectiva y encender debates en todo México.

Durante el funeral realizado el fin de semana en Ciudad de México, el ambiente se cargó de emoción y nostalgia. Familiares, colegas y admiradores se reunieron para despedir a un ícono irrepetible.
Desde las afueras del velorio, su hijo, Eduardo Manzano Jr., habló por primera vez con los medios, dispuesto a aclarar los detalles que habían quedado en el aire.
Con serenidad y visible dolor, rompió el silencio que rodeaba la partida de su padre.
Según relató, el comediante falleció a causa de un paro respiratorio, una muerte tranquila mientras dormía.
Aseguró que fue algo natural y que no se presentó ningún episodio crítico en los momentos finales. Eduardo Manzano murió a las 23:45 del 4 de diciembre en un hospital, donde permanecía bajo supervisión médica.

Aunque su hijo no especificó el motivo exacto por el cual había sido internado, medios como N+ señalaron que el actor había enfrentado un año especialmente difícil en términos de salud, lo que ayuda a comprender el estado delicado que atravesaba.
Nacido el 18 de julio de 1938 en Ciudad de México, Eduardo Manzano construyó una carrera monumental dentro del entretenimiento.
Su talento lo llevó a convertirse en uno de los pilares de la comedia mexicana, especialmente tras unir fuerzas con Enrique Cuenca para crear el célebre dúo Los Polivoces.
Juntos marcaron una época con un estilo humorístico único que dejó huella en generaciones posteriores, aportando personajes, rutinas y sátiras que aún forman parte de la memoria cultural del país.

Además de su éxito en el teatro y la televisión, Manzano dejó una profunda marca en producciones cinematográficas y programas populares como Una Familia de Diez, donde conquistó al público con su interpretación cercana y llena de carisma.
A lo largo de más de seis décadas, consolidó un legado artístico que hoy continúa siendo referencia obligada para cualquier amante del humor mexicano.
Su partida, aunque serena según describió su hijo, provoca un vacío difícil de llenar.
Numerosos artistas y seguidores han manifestado su pesar, recordándolo como “el hombre que le dio vida” a una escuela de comedia que definió a toda una nación.

Para muchos, la muerte de Manzano no solo representa el adiós de un actor, sino también el cierre de un capítulo entrañable de sus propias historias.
Mientras siguen llegando mensajes de condolencias, el legado de Eduardo Manzano permanece intacto.
Su voz, sus personajes y, sobre todo, la risa que regaló durante toda su vida continúan vivos en el corazón de millones.
Un homenaje eterno para un maestro que supo transformar el humor en un puente de unión y alegría para todo México.