Esta mañana, en el Palacio Nacional, la conferencia “La Mañanera” de la presidenta Claudia Sheinbaum dejó de ser una simple rueda de prensa.
El aire en la sala se volvió denso: luces, cámaras, y miradas tensas. Porque esta vez, Sheinbaum no habló solo de políticas públicas — habló de justicia,
poder y verdad, en medio de un país sacudido por dos tragedias recientes: la explosión en Sonora y el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manso.
Desde los primeros minutos, Sheinbaum expresó sus condolencias a la familia del alcalde, calificando el crimen como “un acto cobarde y despreciable.”

Pero poco después, su tono cambió: “Nadie tiene derecho a arrebatar la vida de quien sirve al pueblo. Este gobierno no volverá al camino de la guerra ni de la sangre.”
A su lado, Omar García Harfuch — secretario de Seguridad Nacional — abrió su carpeta y, con voz firme, pronunció las palabras que helaron la sala:
“Sabemos quién dio la orden. Y no nos detendremos hasta alcanzarlo.”
Según Harfuch, el atentado ocurrió durante un evento público de libre acceso en el centro de Uruapan. El alcalde Manso se negó a restringir el ingreso de los ciudadanos, y esa decisión permitió al agresor acercarse sin obstáculos.
Cuando sonaron los disparos, uno de sus escoltas, miembro de la policía municipal, abatió al atacante en el acto.

“No hay evidencia de infiltración criminal dentro del equipo de seguridad del alcalde”, aseguró Harfuch. “Por el contrario, murieron cumpliendo su deber.”
Los investigadores ya recuperaron imágenes de cámaras de comercios y hoteles cercanos, además de rastrear una red del crimen organizado que opera en la zona, disputada por Los Viagras y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
“Michoacán no es solo un estado caliente — es un frente de guerra,” comentó una fuente militar. “Y Manso fue el hombre que se atrevió a pararse en medio del fuego cruzado.”
Pero el giro más explosivo de la conferencia vino cuando Sheinbaum pasó del duelo al ataque.
Con una frialdad calculada, denunció que la oposición y ciertos medios “han utilizado la muerte de Manso como buitres políticos”, montando una campaña de desinformación multimillonaria en redes sociales.

“Ninguno de ellos envió condolencias a la familia. Pero todos subieron videos, cortaron imágenes, y transformaron el dolor en munición política”, dijo la presidenta.
El equipo de comunicación de Palacio Nacional estimó que la campaña costó millones de dólares, impulsada por cuentas anónimas que buscan sembrar miedo, manipular emociones y convocar protestas falsas supuestamente lideradas por “la Generación Z”.
Sheinbaum mencionó nombres: Jorge Romero y Ricardo Salinas Pliego, quienes han promovido la idea de armar a los ciudadanos ante la violencia.
“Las armas no defienden la justicia”, replicó con dureza. “Solo la verdad y el Estado de Derecho pueden hacerlo.”

Y añadió, mirando fijamente a las cámaras: “Algunos atacan al gobierno no porque amen la justicia, sino porque odian pagar impuestos.”
Sobre la política de seguridad nacional, Sheinbaum reafirmó la filosofía de su gobierno: “atender las causas” de la violencia, no reproducir la guerra.
Criticó abiertamente al expresidente Felipe Calderón, quien en 2006 inició la llamada ‘guerra contra el narco’ en Michoacán, una guerra que —dijo— “sembró muerte y fracasos durante doce años, junto a la administración de Peña Nieto.”
“México no puede combatir la violencia con más violencia”, insistió.
En su lugar, apostó por una estrategia que combine inteligencia, investigación, justicia y desarrollo social.

“No tememos tocar las raíces”, subrayó. “Porque ahí es donde empieza la justicia.”
En la última parte de la conferencia, Sheinbaum abordó el tema más sensible: el sistema judicial.
Recordó el caso de un juez en Colima que liberó a un criminal de alto riesgo, decisión que desencadenó una ola de asesinatos.
“No puede haber justicia cuando quien sostiene la balanza la vende al mejor postor”, afirmó con tono grave.
Pidió al Consejo de la Judicatura Federal abrir una investigación disciplinaria y prometió mayor vigilancia sobre los jueces y sus resoluciones.
Cuando un periodista le preguntó por la ausencia del Fiscal General, Sheinbaum respondió con serenidad:
“El fiscal es autónomo. Pero la autonomía no es indiferencia. Si la justicia se retrasa, exigiremos acción.”

El encuentro terminó entre murmullos y silencio.
Afuera, la lluvia caía sobre el Zócalo como un telón gris. Los reporteros salieron con la misma pregunta flotando en el aire:
¿Está México realmente entrando en una nueva era de justicia, o solo en una guerra distinta, más silenciosa, más mediática?
Lo cierto es que, tras esta “Mañanera”, Sheinbaum y Harfuch no hablaron solo en nombre del gobierno.
Hablaron en nombre de un país cansado del miedo, decidido a que la justicia deje de ser un discurso — y empiece a ser una verdad.