Las ruedas de la justicia mexicana finalmente comienzan a moverse, lentas pero implacables, cuando el nombre de Víctor Álvarez Puga —empresario multimillonario y
exesposo de la célebre conductora de televisión Inés Gómez Mont— aparece oficialmente en la lista de extraditados desde Estados Unidos.
Pero lo que sacude a la opinión pública no es solo su arresto, sino la sospecha de que Álvarez Puga podría estar dispuesto a “entregar” a su exesposa a cambio de su propia libertad.
De acuerdo con fuentes judiciales en México, la detención de Álvarez Puga en Miami no fue el resultado de una investigación meticulosa, sino más bien un golpe de suerte —o como dicen los mexicanos, una chiripa.

Tras años de huida junto a Gómez Mont, un conocido suyo lo habría delatado ante las autoridades migratorias estadounidenses, revelando detalles sobre su paradero y su estatus migratorio.
De inmediato, fue arrestado por violaciones migratorias, lo que abrió la puerta para que el gobierno mexicano solicitara su extradición, dado que en su país enfrenta órdenes de aprehensión por lavado de dinero, evasión fiscal y corrupción a gran escala.
El arresto de Puga ha despertado esperanzas en el público de que “cuando cae uno, cae el otro”: que Inés Gómez Mont, desaparecida de los reflectores desde hace más de tres años, pronto podría enfrentar también la justicia.
Los informes judiciales y testimonios de allegados reconstruyen una huida digna de un thriller político.

En 2021, tras emitirse la orden de captura internacional, la pareja escapó desde Cancún, alojándose temporalmente en la casa de la cantante Ana Bárbara.
Posteriormente, huyeron en yate hacia el Caribe, presuntamente con destino a las Bahamas, debido a su proximidad con Florida.
Finalmente, entraron a Miami con visas de turista y boletos de avión falsos de regreso a Kingston (Jamaica) para burlar a las autoridades migratorias. Sin embargo, nunca tomaron ese vuelo.
Durante su vida como fugitivos, lejos de esconderse, continuaron moviendo dinero y gestionando negocios.

Según reportes financieros, la pareja vendió propiedades millonarias, incluyendo una lujosa mansión presuntamente adquirida por la cantante Ana Gabriel.
Además, durante ese periodo, se divorciaron y repartieron bienes, preparando el terreno para una eventual caída.
Lo más escandaloso: la fundación benéfica de Gómez Mont continuó operando, recibiendo donaciones y transfiriendo fondos entre cuentas, pese a que ella figuraba en la lista roja de Interpol.
La indignación pública fue inmediata: “¿Cómo es posible que una persona prófuga siga manejando millones y conservando control sobre su fortuna?”

Las sospechas de corrupción judicial no tardaron en surgir. Varios analistas apuntan a la existencia de un juez comprado, que permitió a Gómez Mont mantener la custodia de sus hijos y operar su fundación a pesar de la orden de captura.
Además, el monto originalmente denunciado como desviado —“miles de millones de pesos”— se redujo misteriosamente a “cientos de millones”, lo que alimentó las sospechas de manipulación desde las altas esferas del poder político y empresarial.
Para los observadores legales, si la extradición se concreta, Álvarez Puga podría convertirse en testigo clave dentro del caso más mediático de corrupción y lavado de dinero en México de los últimos años.

Y con una posible condena de décadas en prisión, es casi seguro que adoptará una estrategia de “traicionar para sobrevivir”, revelando información comprometedora incluso sobre su exesposa.
Una fuente cercana al proceso declaró:
“Ya no son una pareja romántica. Están divorciados, y ahora cada uno lucha por salvarse. Si Puga habla, arrastrará a muchos con él —políticos, empresarios e incluso figuras del medio televisivo.”
El gobierno mexicano, consciente del valor de su testimonio, estudia la posibilidad de un acuerdo de colaboración, que incluiría reducción de pena o de sanciones económicas, a cambio de entregar la lista de involucrados.
Entre ellos, se rumorea que figuran empresarios, funcionarios y altos mandos de TV Azteca, cadena donde Gómez Mont trabajó durante años y que podría haber sido usada para operaciones de lavado.

Los analistas coinciden en que este arresto es apenas el primer movimiento de una tormenta judicial y mediática.
El caso expone las grietas de un sistema judicial permeado por el poder y el dinero, y amenaza con sacudir los cimientos del mundo político y televisivo mexicano.
La extradición de Puga no marca el final, sino el comienzo de una cadena de revelaciones que podrían redefinir la relación entre poder, corrupción y medios en México.
Mientras tanto, una pregunta persiste como eco en las redacciones y en las redes sociales:
¿Dónde está Inés Gómez Mont?
¿Tendrá el valor de enfrentar lo que viene… o seguirá huyendo, mientras la tormenta se acerca inexorablemente?